Cristina no tiene anteojeras
Ante la juventud reunida en el patio de las palmeras de la Casa
de Gobierno, sin la pretensión de hacer un discurso de anuncio de
medidas sino de saludo a sus partidarios, después del acto de
asunción de los nuevos funcionarios de su gobierno, la Presidenta
de la Nación dijo muchas cosas.
No era un discurso para la ciudadanía, sino para la propia tropa. Cualquier extracto es arbitrario, y siempre depende de la interpretación que hace el que selecciona. Ya se sabe. Y estas líneas no son una excepción.
Dijo que había que profundizar el modelo, y más allá de la ambigüedad del propio modelo, eso significa "vamos a seguir como hasta ahora, no vamos a cambiar el rumbo".
En un pasaje referido a YPF, dijo textualmente:
"Yo no tengo anteojeras y sabemos que esto demanda capitales intensivos que o no están en la Argentina o los que los tienen los tienen en algún otro lugar y no los quieren poner acá".
No era un discurso para la ciudadanía, sino para la propia tropa. Cualquier extracto es arbitrario, y siempre depende de la interpretación que hace el que selecciona. Ya se sabe. Y estas líneas no son una excepción.
Dijo que había que profundizar el modelo, y más allá de la ambigüedad del propio modelo, eso significa "vamos a seguir como hasta ahora, no vamos a cambiar el rumbo".
En un pasaje referido a YPF, dijo textualmente:
"Yo no tengo anteojeras y sabemos que esto demanda capitales intensivos que o no están en la Argentina o los que los tienen los tienen en algún otro lugar y no los quieren poner acá".
O sea: no vamos a
cambiar el rumbo. Antes era Repsol. Ahora será Chevron o quien
quiera traer los capitales al sector de hidrocarburos.
No tenemos
anteojeras. Detrás de esta definición política que implica que no
somos dogmáticos y que podemos asociarnos con capitales extranjeros
para sacar el petróleo y el gas del subsuelo, hay muchas otras
verdades no dichas pero igualmente aceptadas.
Esos capitales,
para venir, ponen condiciones. Tienen que ver con el precio que
pretenden obtener por los hidrocarburos que eventualmente extraigan
de nuestro subsuelo. Tiene que ver con la parte que podrán exportar
de lo que extraigan. Tiene que ver con la libre disponibilidad de
las divisas que obtengan por ello. Si no les damos todo eso no
vienen.
¿Para qué nos
sirve el gas y el petróleo si están abajo de la tierra? Esta es la
pregunta que ha justificado desde que se descubrió petróleo en
nuestro país, los diferentes planes de entrega de este elemento
estratégico a los intereses de los capitales internacionales.
Cristina no tiene
anteojeras. Ahora no es una nueva entrega porque está ella, su
gobierno, su modelo. Quien quiera oír que oiga. Quien quiera creer
que crea. Desde mayo de 2003 hasta hoy, se puede hacer un inventario
de medidas y efectos que sirven para demostrar que ahora será
distinto. Y otro inventario del mismo volumen de medidas y efectos
que sirven para demostrar que ahora será igual que siempre.
Pero la política
no es una cuestión de fe. En todo caso, puede no compartirse la
idea, pero es una proposición política válida sostener que "la
garantía" de que esto no será una nueva entrega del patrimonio
nacional (mejor dicho, provincial, ya que los hidrocarburos
pertenecen a las provincias), es la permanencia del actual proyecto
político en el gobierno nacional, y la conducción política de
Cristina.
Es decir, tanto
para el caso YPF como para todo lo demás, la cuestión es cómo
garantizar la permanencia del proyecto político en el gobierno, y la
continuidad de la conducción de ese proyecto político en manos de
la única figura capaz de sintetizar a los diferentes sectores que se
encolumnan detrás de él.
O sea, hay un plan
político. El plan político consiste en dar la pelea por continuar
en el gobierno nacional en 2015. Para ello, es necesario alumbrar un
candidato capaz de ganar la elección y que, una vez presidente, siga
subordinado a la conducción política de Cristina.
Podría haber sido
otro el plan político. Resignarse a perder la elección
presidencial de 2015, ver surgir un nuevo gobierno de signo político
distinto, ejercer el rol de oposición, y prepararse para volver
democráticamente en 2019 con Cristina como candidata, líder,
conductora y hasta, quién sabe, "salvadora de la patria".
O menos épico, volver como Bachelet a Chile, por ejemplo.
Pero pensar en
2019, desde el 2013, es una utopía en Argentina.
No solo por una
dinámica política "acelerada".
Sin los resortes
del poder del estado, ¿quién es capaz de asegurar la cohesión de
los diferentes sectores que hoy forman parte del proyecto?
Con un gobierno de
signo político diferente, ¿quién controla a los jueces para que no
investiguen los ilícitos cometidos desde 2003 hasta 2015 por
funcionarios públicos? ¿Quién pone límite, hacia arriba, a esas
investigaciones?
Demasiado riesgo.
Es preferible
asumir el riesgo de construir un sucesor. Que también tiene
riesgos.
Entonces volvemos
a la frase: "no tengo anteojeras", pero aplicada a la
construcción del sucesor y al plan de permanecer en el gobierno
nacional después de 2015.
No tengo
anteojeras. Para frenar la caída de reservas y poder recuperar un
control razonable de la oferta de dólares en el mercado interno es
necesario volver a los mercados financieros internacionales. Hay que
terminar de arreglar la deuda con los fondos buitres. Hay que
arreglar la deuda con el Club de París. No hay que hablar más del
desendeudamiento. Habrá que diseñar un nuevo relato con un
endeudamiento que preserve los intereses nacionales y de los sectores
más desprotegidos. Habrá que hablar de un endeudamiento que sirve
para que la industria no se caiga y no se caiga el empleo.
No tengo
anteojeras. Para preservar el salario de los trabajadores (sin
hablar de luchar contra la inflación, ya que inflación nunca hubo)
habrá que contener la emisión y el gasto público, lo que dicen los
ortodoxos y nunca íbamos a hacer mientras fueramos gobierno. Pero
si lo hacemos nosotros, no lo hacemos porque seamos enemigos de la
emisión y del gasto público. Sino porque vamos a orientar mejor
esa emisión y ese gasto. Y de paso vamos a emitir menos y vamos a
gastar menos.
No tengo
anteojeras. Las estructuras provinciales y municipales del
justicialismo son imprescindibles porque son las que tienen los votos
de la gente. Y los gobernadores son los que están en la gestión
todos los días y resuelven los problemas de la gente. ¿Cuánto
faltará para que algunos sectores merezcan el mote de "imberbes"?
Tal vez no haga falta. Tal vez los imberbes de hoy no sean tan
apresurados como los de ayer. Tal vez, ellos también, sean
pragmáticos administradores.
Cristina no tiene
anteojeras. Su plan político es continuar a cualquier precio. Pero implica que todos sus partidarios se pongan las anteojeras y sigan al frente pase lo que pase.
Los cristinistas, los peronistas, los jóvenes que llegaron a la política en estos últimos años, los intelectuales de izquierda que quisieron ver en este proceso un fenómeno latinoamericano con limitaciones pero con potencialidad, esos millones de votos, de personas de carne y hueso que creyeron y siguen creyendo en la posibilidad de vivir mejor en este país, a los que les resulta cada vez más difícil el día a día, ¿se pondrán las anteojeras precisamente ahora?
Los cristinistas, los peronistas, los jóvenes que llegaron a la política en estos últimos años, los intelectuales de izquierda que quisieron ver en este proceso un fenómeno latinoamericano con limitaciones pero con potencialidad, esos millones de votos, de personas de carne y hueso que creyeron y siguen creyendo en la posibilidad de vivir mejor en este país, a los que les resulta cada vez más difícil el día a día, ¿se pondrán las anteojeras precisamente ahora?
Continuará...
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