El Gólem de nuestro tiempo


En su libro “Multitud”, los autores Michael Hardt y Antonio Negri citan textualmente(1) un pasaje de una obra de teatro idish, “Der Golem” (El Gólem), de H. Leivick, para ilustrar la idea de que las creaciones de los hombres, incluso las de aquellos más santos, pueden volverse en su contra y servir a un fin totalmente opuesto al deseado.

El mito popular dice que el Gólem es un muñeco de barro al cual un “tzadiq” (un judío santo y piadoso) le puede dar vida mediante el uso de los nombres de Dios. La obra de teatro cuenta que el Rabino Judah Loew de Praga fabricó un Gólem para que defienda a la comunidad judía de Praga y ataque a sus perseguidores. Pero en un momento el Gólem se sale de control, provocando muertes indiscriminadas, y debe ser destruido para no provocar un mal mayor al que se quería evitar.

En la obra de teatro, el Rabino Loew se lamenta con estas palabras: “Ha venido a salvarnos, pero ha derramado nuestra sangre. ¿Es que se castiga nuestro deseo de salvarnos? Si no hacemos nada, seremos destruidos por nuestros enemigos, pero si vamos a la guerra contra ellos, nos destruiremos nosotros mismos”.

Los autores concluyen la cita con su propia conclusión: “El Rabino Loew ha entendido la terrible paradoja que el Gólem nos ofrece. ¿No hay alternativa a la guerra que permita librarnos de la persecución y la opresión?”

Para los autores, hay una alternativa a la guerra, que es lo que ellos llaman “el proyecto de la multitud”. 

Multitud es un ensayo filosófico-político que no pretende analizar el problema judío ni el de otras minorías, ni tampoco el conflicto árabe-israelí. Se propone como una plataforma de lucha contra el capitalismo, cuyo estadío actual conceptualizan como “la era del Imperio”.

La parábola sobre una pequeña comunidad en una ciudad, utilizada por Negri y Hardt para extender sus efectos sobre un análisis del capitalismo global, también puede usarse como ejemplo de la paradoja que presenta el Estado de Israel a los judíos de todo el mundo, y el fundamentalismo islámico a los árabes de todo el mundo.

¿No se habrá convertido Israel en un Golem de nuestro tiempo?
Ante las políticas de los últimos gobiernos de Israel, incluido el actual, y más allá de toda justificación racional ¿No puede afirmarse que es imposible una paz justa y duradera?
Las medidas que impone una situación de guerra constante, o la ausencia de paz ¿no terminan anulando los valores que el judaísmo había ofrecido a la humanidad?
¿Puede el humanismo judío convivir con la segregación vigente de los árabes de Cisjordania y la Franja de Gaza?
Estos mismos argumentos valen para los actos de terrorismo contra civiles inocentes de Israel o de cualquier otra parte del mundo.
¿Los actos terroristas que se hacen en nombre de la fe, no anulan sus principos más importantes?
¿No estarán cumpliendo sus autores el rol de “genios”, seres míticos como el de la lámpara de Aladino, que al interpretar los deseos de los hombres, provocan la destrucción de todo lo bueno que ellos tienen?
¿No habrá que dejar de pensar en Israel/Palestina (los Golems) y comenzar a pensar en una vida común de las multitudes de árabes y de judíos en una misma tierra?
El Gólem no trajo la solución. Tal vez sea más realista, aunque hoy no lo parezca, esta otra perspectiva.


(1) Michael Hardt y Antonio Negri: “Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio”. 1a edición, Debate, Buenos Aires, 2004. Páginas 31 y 32.

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