Las medias verdades también son mentiras

En la edición de Página 12 del 29 de enero de 2009, se publicó un comentario de opinión de Marcelo Birmajer, relacionado con un artículo de Rubén Dri, publicado el 26 de enero de 2009, en contrapunto con otro del Rabino Baruj Plavnick. Los tres artículos se adjuntan aquí, y se puede acceder a ellos clickeando en los vínculos que aparecen a continuación:

"Página/12 :: El mundo :: Comencemos por la verdad"

"Página/12 :: El mundo :: El rompecabezas de Medio Oriente">

No es intención de estas reflexiones hacer un comentario de los tres artículos mencionados, en sus aspectos fundamentales, ni expresar acuerdo o desacuerdo con ellos. De hecho, como le sucederá seguramente a cualquier lector, todos ellos tienen puntos con los que uno puede acordar y otros con los que no.

Pero lo que llama la atención del comentario de Birmajer, es la falta de coherencia entre el título de sus reflexiones, es decir una exhortación a "la verdad", y el contenido de las mismas, sobre el cual lo mínimo que cabe decir es que se refieren, en el mejor de los casos, a una parte de la verdad.

No hablamos de "la versión judía" de la historia. No es que el "pecado" de Birmajer sea, como el de la mayoría de los judíos de todo el mundo, que cuando nos referimos al conflicto árabe israelí tomamos sólo una parte de la historia. Al fin y al cabo eso es normal, aunque no sea correcto.

Es necesario reconocer, de entrada, que en ninguna cuestión existe "la verdad".

"La verdad" se construye con recursos de poder: económicos, culturales, militares, comunicacionales, y cualquier observador que está inmerso en la realidad que resulta observada, la interpreta siempre con la influencia de quienes cuentan con esos recursos y los ponen en juego. De ahí la dificultad para ser "objetivo".

Birmajer critica a Dri básicamente por dos falsedades en uno de sus párrafos: 1) que el Estado de Israel surgió en 1948 con el apoyo de las potencias de occidente, y 2) que la población nativa, es decir los palestinos, fueron expulsados y masacrados por los recién venidos con el apoyo de la maquinaria bélica de Estados Unidos.

Tiene razón Birmajer en cuanto a estos dos puntos: en 1948 el apoyo del "bloque del este" al nacimiento del Estado de Israel fue mucho más claro que el apoyo del campo "occidental", y también es cierto que la mayor parte del armamento con el que las fuerzas isaelíes libraron la guerra del 48 procedían del bloque socialista.

Los judíos no eran recién llegados a Palestina en 1948. La inmigración ilegal judía a Palestina data de mucho tiempo atrás, y fue combatida por medios represivos por los imperios dominantes en la zona: el imperio Otomano primero y el imperio Británico después.

En todo esto tiene razón Birmajer. Ahora bien, ¿cuál es el juicio de valor que se desprende de sus comentarios?

Que los judíos no fueran recién llegados en 1948, ¿elimina la existencia de la población nativa?

Que los judíos se hubieran enfrentado a turcos y británicos para instalarse en sus territorios coloniales, ¿justifica cualquier cosa que pudiera ocurrirle a la población no colonizadora que residía en ese territorio antes de su llegada?

Que el campo socialista fuera el principal apoyo político y militar del Estado de Israel en 1948, en lugar del campo occidental, ¿justifica las expulsiones y masacres de la población local?

El drama histórico que enfrenta a palestinos e israelíes en medio oriente, está basado en el hecho de que hay dos pueblos que disputan un mismo territorio. Reclamar "la verdad" en este asunto ¿no es acaso empezar por reconocer este hecho elemental?

Quienes somos judíos nunca empezamos por esta verdad. Siempre empezamos por otras "verdades". Por el holocausto. Por los misiles Qassam. Por los gloriosos reinados del Rey David o del Rey Salomón. O por la injusticia que significó la dispersión de los judíos bajo el imperio romano, luego de años de resistencia, tal como lo plasmó Flavio Josefo en su obra "La Guerra de los Judíos". O por el hecho de que varios estados árabes ya constituidos declararan una guerra contra el pequeño estado judío recién nacido en 1948. Podríamos decir muchas cosas, todas ellas "verdades".

Pero estas verdades a medias, ¿no son acaso grandes mentiras si no empezamos por decir que en los años anteriores y posteriores a 1948 ese territorio estaba habitado mayoritariamente por población árabe?

Mediante medios pacíficos (la compra) pero también mediante la fuerza, sobre todo después de 1948, se expulsó a esa población del territorio que la Resolución de las Naciones Unidas otorgó al estado judío. Esto también es verdad.

¿Es que los judíos, en el siglo XXI, vamos a seguir repitiendo que allí no había nadie? ¿Que se trató de "una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra"?

¿Cómo habrán surgido, en ese caso, los "refugiados palestinos"? ¿Se tratará de gente que se fue de su tierra y se dedicó a vivir en campos de refugiados por gusto, por odio racial, o por simpatía con grupos terroristas?

Todas estas teorías no resisten el análisis más elemental, pero no será "occidente" quien se lo diga a Israel. Si lo dicen los árabes, los judíos no escuchamos. Entonces somos los judíos de todo el mundo los que tenemos que decirlo. Tal vez ese sea el rol que nos cabe en este asunto, si queremos promover la paz y el entendimiento.

Al fin de cuentas, es el único rol que podemos cumplir si queremos que el Estado de Israel siga existiendo, porque ¿cuánto tiempo podrá existir ese estado sin un entendimiento con los habitantes originarios y con sus vecinos?

Comencemos por la verdad, aunque la verdad, muchas veces, sea dolorosa.

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