¿Usted le compraría un auto usado a este señor?


El 16 de febrero de 2015, a menos de un mes de la muerte del fiscal Nisman, Alberto Fernández, actual precandidato a presidente por el Frente de Todos, cuya precandidata a vice es, como todos saben, Cristina Fernández de Kirchner, escribió en La Nación lo siguiente:

"Cristina sabe que ha mentido y que el memorando firmado con Irán sólo buscó encubrir a los acusados. Nada hay que probar. Merced a ese pacto, la evaluación de los hechos quedaría en manos de una comisión que funcionaría en la patria de los prófugos y en la que la mayoría de sus miembros debería contar con el acuerdo iraní".

"Irónicamente, senadores y diputados legitimaron con sus votos el encubrimiento de los presuntos asesinos. No es la primera vez que se actúa de ese modo. También encubrió la corrupción de su vicepresidente expropiando una empresa fabricante de moneda y logrando que los votos de diputados y senadores legitimaran el ocultamiento de pruebas".

No es caprichoso que se esté hablando de esto ahora. Hace poco, en una entrevista radial que el precandidato concedió al periodista Nelson Castro, se refirió a este tema, y a consecuencia de sus dichos fue citado a declarar como testigo en la causa por la que se investiga el presunto encubrimiento de los acusados de haber cometido el atentado. Se trata de la causa iniciada por la denuncia de Nisman. Esa declaración testimonial se produjo el miércoles 10 de julio de 2019.

Nunca negó Alberto Fernández haber escrito lo que escribió. Tampoco dijo, transcurrido el tiempo, que estaba equivocado y que hoy no piensa de la misma manera. Su declaración como testigo, bajo juramento de decir verdad, era una inmejorable oportunidad para retractarse, pero no lo hizo.

Por lo tanto no hay duda que Alberto Fernández sigue pensando que su compañera de fórmula, quien a su vez lidera el frente electoral que lo lleva como candidato a presidente, sólo buscó encubrir a los acusados. No sabemos si sigue pensando lo mismo sobre el encubrimiento de Amado Boudou porque eso, si bien estaba escrito en el artículo publicado en febrero de 2015, no le fue preguntado en esta ocasión ya que ese tema no forma parte de la causa en la que fue citado.

Ya que es precandidato a Presidente en una alianza electoral que no tiene ninguna precandidatura aparte de la suya, no parece ocioso preguntarse ¿cuál es la talla moral de esta persona?

Llegado a este punto, tal vez la gran mayoría de los lectores que piensan votarlo decida dejar de leer estas líneas. Eso sería una pena para quien las escribe, convencido de que no tiene ningún conocimiento original o revelador para los lectores, y que no se cree más ni mejor que ninguno de ellos.

La idea es que no se escribe pensando en quienes piensan igual. Ellos no necesitan leer lo que ya saben, creen, o piensan que es así. Son los que piensan distinto los que pueden controvertir todo o parte de estos argumentos. Son ellos los que pueden preguntarse por sus propias razones, incluso para reafirmarlas si esa fuera su conclusión. Controvertir significa discutir, entendiendo la discusión no como “pelea”, sino como debate de ideas, exposición de argumentos, lectura y escucha de lo que el interlocutor tiene para decir. ¿Comunicación? Sí. Tal vez cuando alguien escribe está buscando establecer una comunicación con un colectivo de personas a las que aprecia y respeta, aunque no siempre comparta sus pensamientos, creencias o decisiones.

Volvamos entonces a la pregunta: ¿cuál es la talla moral de Alberto Fernández?

Los que hayan seguido leyendo hasta aquí podrían estar preguntándose, a modo de respuesta: ¿Y porqué no preguntarse por la talla moral de Mauricio Macri, que también es precandidato?

Mi respuesta a esa pregunta está implícita en el argumento anterior: si bien estos argumentos están dirigidos a quienes no piensan como quien escribe, no son para quienes piensan tan distinto como para considerar la posibilidad de votar por Macri. Esto no desmerece ni el respeto ni el aprecio que se pueda tener por ellos.

María Luján Rey, precandidata a Diputada por la Provincia de Buenos Aires en la misma lista que llevará a Mauricio Macri como candidato a Presidente, es digna de aprecio y de respeto. Ahora bien, por las razones que sean, quienes piensan votar por Mauricio Macri, y todos sus candidatos, han decidido, al menos por el momento, alejarse de todas las corrientes de pensamiento pertenecientes al así llamado “campo popular”.

No es que con esas personas no existan temas de debate. Por el contrario, hay con ellos una divergencia fundamental sobre el proyecto de país. Pero lo que se plantea en estas líneas, aquí y ahora, está dirigido a quienes se consideran parte de las corrientes de pensamiento del “campo popular”. Está dirigido a quienes, a priori, y aún cuando eso no esté muy claramente definido, quieren un proyecto de país diferente al de Mauricio Macri.  Debatir sobre la talla moral de Mauricio Macri dentro de ese colectivo sería dar vueltas sobre un tema para el cual no hay nada nuevo que decir pues ya hay un amplio consenso.

Intentemos responder la pregunta: ¿cuál es la talla moral de Alberto Fernández?

Una persona que acepta ser compañero de fórmula de otra, a quien le atribuye el intento de encubrir a los sospechosos del peor atentado terrorista de la historia argentina, sólo puede tener dos razones para ello:

1) No cree que los sospechosos sean los verdaderos culpables.

Si así fuera, lo que escribió en febrero de 2015, sin haberse retractado hasta hoy, no era una crítica política o moral a Cristina. Tampoco un intento de búsqueda de justicia para las víctimas del atentado y sus familias. Podría pensarse con toda legitimidad que se trató de una maniobra para desprestigiar a la persona a la que había acompañado hasta poco tiempo atrás, conociendo la falsedad del planteo y valiéndose del dolor de los familiares y de la indignación de toda la sociedad frente a la impunidad.

Eso nos lleva a una segunda conclusión: si los más altos funcionarios del estado (Presidenta y Jefe de Gabinete) consideraban que los sospechosos no eran culpables, ¿porqué durante años avalaron e impulsaron la acusación a los funcionarios iraníes? ¿Cómo habría que calificar a quien cree que los funcionarios iraníes son inocentes y aún así los acusa ante los tribunales nacionales y ante los organismos internacionales? ¿No habrán sido ellos (Cristina y Alberto) encubridores, durante años, de otros responsables? ¿Porqué lo harían? ¿Tal vez porque entre los otros responsables hay muchos que dependían de ellos, es decir, eran parte del aparato estatal? ¿Tal vez acusaban a los funcionarios iraníes sólo para alinearse con los EUA y con Israel, y ayudar a esos países a obtener el resultado geopolítico deseado, a costa de sacrificar la verdad y el castigo a los culpables tanto de la trama internacional como de la trama local del atentado?

Si Alberto Fernández "duerme tranquilo" porque los acusados son inocentes, y por eso puede acompañar a Cristina en esta elección, eso significa que durante años fue socio de una de las maniobras más abyectas de la historia argentina para no esclarecer el atentado, desviar la investigación hacia falsos sospechosos, proteger a funcionarios del estado eventualmente partícipes de la trama local, y prestarse a maniobras políticas y diplomáticas de países extranjeros.  Luego, cuando su socia Cristina cambió de estrategia, siguiendo el cambio de estrategia de los EUA y adoptando una posición conciliadora con Irán, simplemente aprovechó la coyuntura, el dolor de las víctimas y la indignación de la sociedad, para sacar partido contra su entonces adversaria y hoy nuevamente protectora.

Esta conclusión es inquietante, más allá de Alberto Fernández, porque involucra también a Cristina en la maniobra, e incluso al fiscal Nisman, principal impulsor de la acusación a los funcionarios iraníes, cuando su obligación era investigar todas las pistas y desarrollar todas las líneas de acción, y no solamente las que le habilitara el famoso Jaime Stiuso.  En cualquier caso, la talla moral de Alberto Fernandez sería, en este caso, inferior a la de Pulgarcito.

2) Cree que los sospechosos son culpables pero no le preocupa.

Si Alberto Fernández cree realmente en lo que escribió en febrero de 2015, y aún así se "reconcilia" con Cristina, es porque su objetivo político, que en términos "virtuosos" podría describirse como "derrotar a Macri y ordenar el caos que nos está dejando", y en términos no tan virtuosos podría describirse como "llegar a la Presidencia de la Nación", es más importante para su concepción moral que hacer justicia.

¿Cómo podría pensarse la justicia, entonces, bajo su presidencia?

¿Cómo podría pensarse el valor de la palabra, de los compromisos de campaña por ejemplo, de aquel que hace lo contrario, desde el punto de vista moral, de lo que cree y escribe? ¿Qué explicación moral podría encontrarse a la reconciliación política y a la aceptación de la candidatura propuesta por quien, cuando era Presidenta de la Nación, intentó encubrir a los sospechosos del principal atentado terrorista de la historia argentina?

No hay argumento moral para esta forma de actuar si Alberto Fernández cree que los sospechosos son culpables.  El único argumento posible sería político: que cuando sea presidente no seguirá los deseos de su conductora política y hará lo que le parezca mejor, con relación a este tema.

Pero en ese caso... ¿porqué no haría lo mismo con relación a todos los temas?

Existen antecedentes en la historia política reciente de nuestro país con relación a la "lealtad" o "autonomía" respecto de los "padrinos políticos".  Sin ir más lejos, Néstor Kirchner no fue la primera opción de Eduardo Duhalde en 2003, pero terminó bendecido por éste. Néstor nunca hizo públicamente un culto de la lealtad con Duhalde, para sentirse con las manos libres en el caso de llegar a la Casa Rosada, tal como ahora Alberto no lo hace con Cristina.  Tampoco se le atribuía a Néstor el manejo de un aparato partidario semejante al que manejaba Duhalde en ese entonces, cosa que tal vez éste, erróneamente, consideró garantía suficiente.

Todos sabemos cómo son los dirigentes peronistas que manejan territorio y aparato, con relación a la figura que realmente tiene el poder.  El poder, para ellos, es la lapicera, la chequera.  La chequera del Presupuesto Nacional es una chequera muy grande y nadie la despreciará.

Yo no le compraría un auto usado a este señor. ¿Y usted?


Comentarios

Silvia Scorza ha dicho que…
Será el enemigo interno o la orden de ponerlo como candidato le llegó a CFK desde más arriba?desde un lugar de Europa donde un jefe de la Iglesia la apoya? No le creo nada.

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