¿Quién quiere la unidad de la oposición?
Últimamente
se vienen repitiendo, desde los más diversos sectores y dirigentes políticos
opositores, declaraciones y convocatorias a la unidad de la oposición con
vistas a la constitución de un frente electoral amplio, que garantice la
derrota de Macri en las elecciones presidenciales de 2019, evite su reelección,
y provoque un cambio de gobierno en diciembre.
Esta idea no es compartida por la izquierda nucleada en el FIT, que entiende que un gobierno surgido de ese modo servirá para alentar la ilusión de una mejora, pero no una mejora real de la situación socioeconómica de los sectores populares, y los conducirá a una nueva frustración. Tampoco es compartida por sectores de la derecha liberal-conservadora que consideran que Cambiemos no ha aplicado políticas realmente ortodoxas, y que ese es el motivo de su fracaso, de ahí que en lugar de propiciar un cambio de rumbo, lo que propician es una profundización del mismo y una gestión, si cabe, más liberal. Aparte de estas excepciones, puede decirse que el resto del espectro opositor comparte la idea de la “unidad” para desplazar a este gobierno.
No es necesario hacer un recuento de las decisiones del actual gobierno, desde diciembre de 2015 hasta hoy, que han deteriorado la situación socioeconómica de grandes sectores de la ciudadanía, sin que ello pueda considerarse un “sacrificio necesario” para lograr, o al menos avanzar, en la concreción de alguna de las promesas electorales con las que convenció a la sociedad en 2015 y en 2017: eliminar la pobreza, unir a los argentinos, luchar contra el narcotráfico y la corrupción.
Por ello, sobran argumentos para comprender que muchos suscriban, en nombre de la mejora de la situación socioeconómica de los sectores populares, la idea de un frente electoral que logre un cambio de gobierno. Es difícil refutar la sensación de que, por mucho que no satisfaga las necesidades y las preferencias de gran parte de la ciudadanía, cualquier gobierno que pueda alumbrar ese frente opositor, si finalmente se forma, será mejor que el actual.
Siendo este diagnóstico tan claro y compartido, deberíamos preguntarnos, y sobre todo preguntarles a los dirigentes que proponen la unidad: ¿Por qué todavía no acordaron presentarse con sus diferentes precandidatos en las PASO, para que los electores definan quienes serán los candidatos de la “unidad”?
La pregunta no es inocente: pone énfasis en el modo de definir las candidaturas, asumiendo que no existe un problema programático: si el objetivo es evitar la reelección de Macri, el acuerdo programático no debería ser muy específico, a riesgo de entorpecer, en lugar de facilitar, la unidad. Lo cierto es que ninguno de los dirigentes que declaman la necesidad de la unidad ha puesto condiciones de carácter programático a sus potenciales socios: todos aparentan estar dispuestos a unirse primero y discutir el programa después, privilegiando el objetivo principal.
En una elección presidencial, las otras categorías no definen la alianza electoral. La boleta de Presidente y Vice es crítica en el armado de un frente en 2019. No hay unidad opositora real sin coincidencia en este punto. A la inversa, si hay coincidencia en este punto, aunque no la haya en ningún otro, la unidad opositora será un hecho.
Aunque no lo digan públicamente, muchos de los que proponen la unidad no están dispuestos a ir a unas PASO sin condicionar a los candidatos de los otros sectores, porque creen que hay candidatos que pueden triunfar en las PASO pero no en las generales, cosa que daría por tierra con el objetivo principal de la “unidad”.
Con el correr de los días, semanas y meses, es claro que la única virtud que puede mostrar Macri, para conservar a su electorado no ideológico, es que Cristina Fernández de Kirchner puede volver a la Casa Rosada en caso que él no logre la reelección.
Cualquier lector de la sección política de los diarios sabe que CFK es la figura opositora que cuenta, simultáneamente, con mayor intención de voto y con mayor rechazo del electorado. Tampoco es novedad que los medios construyen “hechos” que no siempre se apoyan en la verdad, pero en este caso parece probable que CFK gane en primera vuelta, pero no en segunda vuelta.
En consecuencia, independientemente de que CFK esté dispuesta a ser precandidata en unas PASO amplias y sin condiciones (cosa poco probable), es imposible la unidad de la oposición en ese caso. Algunos sectores (sectores del PJ principalmente, del Frente Renovador, y en menor medida del progresismo), cuyos precandidatos tienen menor intención de voto pero también menor porcentaje de rechazo, consideran que la precandidatura de CFK sería un obstáculo insalvable para lograr el cambio de gobierno, y con ello la “unidad” no tendría sentido. No lo expresan abiertamente, pero es así.
Esto “pone la pelota” en el terreno de Unidad Ciudadana (kirchnerismo en sus diferentes versiones, Frente para la Victoria, ciertos distritos del PJ y aliados), que está en condiciones de allanar el camino de la unidad haciendo el “gesto” de anunciar que CFK no será candidata ni precandidata en 2019.
No hay duda que esta decisión, aún no descartada, removerá el principal obstáculo para una amplia unidad electoral opositora con grandes perspectivas de llegar a la segunda vuelta, y de ganarla. Pero es imposible que CFK se retire de la contienda sin incidir significativamente en la definición del candidato del frente. En una “unidad opositora” que no tenga a CFK como candidata, su sector tratará de imponer el candidato o, como mínimo, tratará de vetar candidatos de otros sectores. Cualquiera de las dos hipótesis echará por tierra la idea de una “unidad amplia”, y alumbrará, al menos, dos candidaturas opositoras.
Resumiendo, son muy pocos los que, más allá de lo que dicen, realmente quieren la unidad amplia de la oposición para evitar la reelección de Macri: sólo aquellos que no cuentan con algún precandidato presidencial con posibilidades aceptarían unas PASO amplias y sin condiciones. Son indiferentes al candidato presidencial y su interés, aparte de evitar la reelección de Macri, es formar parte de un frente ganador, en cuyo seno poder colocar algunos candidatos en las listas de las categorías menores. No son determinantes en el armado ni en el caudal electoral, y lo más probable es que terminen sumándose a alguno de los frentes opositores (ya que no habrá unidad), o participando de una opción marginal.
Los que quieren la unidad pero sin CFK candidata exigen, tácitamente, un gesto de renunciamiento para participar en un frente junto con Unidad Ciudadana. Si el frente no incluye a Unidad Ciudadana, al menos habrá dos ofertas opositoras disputando el mismo electorado.
Los que no están dispuestos a resignar la candidatura de CFK para alcanzar la unidad, a menos que determinen el candidato, o puedan vetar candidatos de otros sectores, no formarán un frente con determinados sectores del PJ o del FR si no lo logran. Un frente que no incluya a estos sectores implica, como en el caso anterior, que habrá dos ofertas opositoras disputando el mismo electorado.
En conclusión, todos los sectores y dirigentes que pregonan la unidad opositora para evitar la reelección de Macri, deberían tratar de definir, más temprano que tarde, cuál será su “plan B” ante la escasísima probabilidad de que ese frente se constituya.
Ese plan “B” implica, en primer lugar, definir objetivos más modestos que “cambiar el gobierno”. En segundo lugar, definir quién sería el candidato presidencial a apoyar en primera vuelta, y comenzar a trabajar por su candidatura a la espera de resignarla si la unidad fuese posible. En tercer lugar, establecer quién o quiénes serían los candidatos que de ninguna manera se apoyarán en segunda vuelta. En cuarto lugar, y ante la posibilidad de no participar en un frente con posibilidades de llegar al gobierno, definir cuál es el espacio político a disputar, cuáles deberían ser los aliados, qué tipo de propuesta hacer al electorado, no en sentido tecnocrático (medidas, proyectos de ley), sino en sentido del camino que se invita a recorrer.
Si este plan “B” no se discute hoy, y no se empieza a hacer público, ante la eventualidad de que el plan “A” no se concrete, la oportunidad de obtener un saldo político, que presenta todo proceso electoral, no podrá ser aprovechada.
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