El abrazo de Netanyahu a los etno-nacionalistas pone en riesgo a los judíos de Europa


Autor: Giorgio Gomel (1)

Traducido por Jaime G. Farji.


Esta semana el primer ministro israelí va a mantener encuentros bilaterales con los líderes de Hungría, la República Checa y Eslovaquia, en reemplazo de la recientemente cancelada “cumbre de Visegrado”.

Estos encuentros, a continuación de las recientes visitas a Israel de ministros italianos y austríacos y prominentes miembros de partidos nacionalistas y conservadores europeos nos impulsan, como judíos europeos fuertemente comprometidos en la defensa de la democracia, el pluralismo y los derechos de las minorías, a tomar una fuerte posición contraria al claro apoyo del gobierno israelí a los partidos y movimientos de derecha de Europa y del resto del mundo.

Para Israel las actitudes “amistosas” de esos partidos hacia el Estado Judío, y su hostilidad hacia el Islam, aparecen como una propuesta seductora. Incluso cuando, en esos mismos partidos de derecha, están profundamente arraigadas visiones antisemitas.

Por supuesto que Israel persigue sus propios intereses geopolíticos. Y existe un claro interés israelí en dividir y fracturar las posiciones comunes de la Unión Europea respecto del conflicto Israelí-Palestino y las relaciones de la UE con Irán, desde el acuerdo nuclear con Irán hasta las ambiciones hegemónicas de Irán en el Medio Oriente.

Pero más allá de eso, existe una evidente afinidad ideológica entre el Likud y partidos europeos que se caracterizan por resaltar las identidades étnicas, el rechazo a los inmigrantes y la intolerancia hacia las minorías.

Esta estrategia es autodestructiva, incluso para los propios intereses económicos de Israel. Europa es el primer socio comercial de Israel y el mayor financiador de la investigación en universidades y empresas israelíes. Una Europa acosada por el etno-nacionalismo y dominada por el Frente Nacional de Le Pen, el Fidesz de Orban y la Liga de Salvini no sería para nada beneficiosa para Israel.

El gobierno israelí suele atribuirse la representación de los judíos del mundo y dice protegerlos de la discriminación y el antisemitismo. Pretende actuar en nombre y a favor de la totalidad del pueblo judío, tal como proclamaron los líderes israelíes luego de los horribles asesinatos de la escuela judía en Toulouse y en el Museo Judío de Bruselas.

Pero el mismo gobierno israelí ignora, o considera irrelevantes, las opiniones de los judíos de la diáspora.  En los últimos dos años las marchas racistas en Virginia y los asesinatos masivos en Pittsburgh, la retórica antijudía desplegada contra George Soros en Hungría y el crecimiento de la extrema derecha en Alemania fueron todas instancias que ocurrieron con el trasfondo de serias preocupaciones denunciadas por organizaciones judías de la diáspora. En todos los casos, el gobierno israelí permaneció en silencio.

Tal como Mordechai Kremnitzer, un prominente jurista de Israel, recientemente argumentó en Haaretz, “si los israelíes quieren ver qué lejos podemos ir si estas tendencias continúan, miren Hungría y Polonia.  La justicia, los medios, los grupos de la sociedad civil, las instituciones culturales y académicas, han perdido su independencia en un grado extremo. El gobierno que sostiene en alto la bandera del carácter judío de Israel está actualmente abandonando a los judíos de la diáspora al darle la mano al campo anti-liberal, cuyas víctimas son los grupos minoritarios como los judíos. Al mismo tiempo, el gobierno da legitimidad judía a regímenes nacionalistas autoritarios con claras tendencias antisemitas”.

Nosotros, judíos europeos que combatimos el aumento del anti-liberalismo, acompañamos al presidente de Israel, Reuven Rivlin, quien afirmó que el neo-fascismo es absolutamente incompatible con los principios y valores de Israel.

Y continuó diciendo: “No se puede decir que admiramos a Israel y queremos relaciones con ese país, pero somos neo-fascistas… es absolutamente imposible”. El hecho de que el presidente de Israel diga a los movimientos neo-fascistas: ustedes son persona no grata en el Estado de Israel, es una declaración que lucha contra el antisemitismo de un modo concreto: no nos comprometeremos por la conveniencia política del Estado de Israel

Coincidimos con el presidente de la Conferencia de Rabinos Europeos, Pinchas Goldschmidt, quien en una audiencia en la Knesset llamó a Israel a terminar sus compromisos con los partidos de extrema derecha europeos, sin importar su posición respecto del Estado Judío. Y agregó: “Si un partido es intrínsicamente racista, obsesionado contra grandes sectores de la sociedad e intolerante con las minorías, si los judíos no son su objetivo hoy, lo serán en el futuro cercano”.

Una estrategia más segura para el presente y el futuro de los judíos, una que además es compatible con los valores éticos y sociales propios de la tradición judía, es comprometerse a combatir el racismo y la discriminación de otras minorías débiles y marginadas.

Los judíos tenemos un interés objetivo en luchar contra la discriminación, incluso cuando ésta no se dirige a nosotros directa e inmediatamente. Tenemos un interés central en promover una sociedad abierta y pluralista, en la que las diferentes identidades, particularidades y minorías sean respetadas y legitimadas.

La historia del pueblo judío muestra que el racismo, la exclusión social y la discriminación religiosa, generalmente contiene en su seno la semilla del odio antijudío.

(1) Giorgio Gomel, es un economista italiano, dirigente de JCall y presidente de la Alianza para la Paz en Medio Oriente, Europa.

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