AMIA: 24 años de impunidad
AMIA: 24 años de distracciones
Ayer, 18 de julio, se cumplió un nuevo
aniversario del atentado a la AMIA. Como todos los años, se hicieron
los habituales actos de homenaje a las víctimas y de reclamos de
justicia. Los titulares de los diarios de hoy hablaron de la demanda
de mayor acción a la justicia para poder juzgar a cinco funcionarios
iraníes acusados de ser los autores intelectuales del atentado.
Esa, y solo esa, es la demanda que nos
quieren hacer creer a todos que debe hacerse. Y eso me trae a la
memoria inmediata la letra de la canción de León Gieco, esa que
habla de “toda la pobre inocencia de la gente”. Porque no puedo
dejar de pensar en que, por efecto de toda la pobre inocencia de la
gente, hay muchos hombres y mujeres de bien que creen sinceramente
que eso es lo que hay que demandar: que juzguen a cinco funconarios
iraníes.
Soy un ciudadano común. No soy
abogado y no entiendo de leyes, pero he leído el código procesal
penal. No soy investigador criminal sino economista. Por formación
y por experiencia no sabría por dónde empezar a investigar un
evento como éste, pero por mis años de vida, por las noticias que
he leído, por las películas policiales que he visto, tengo la
sensación de que a partir de los autores materiales a veces se llega
a los intelectuales, pero no al revés. Claro que esto es materia
opinable, como casi todo lo que voy a escribir ahora.
No he leído los libros que se han
escrito sobre el atentado. Ni sobre la muerte de Nisman, que es OTRO
crimen, tal vez vinculado al primero, pero que merece su propia
investigación. Toda la opinión que tengo formada la tengo, como
cualquier ciudadano, por el conocimiento adquirido por el hecho de
vivir en este país. Afortunadamente no tengo familiares que hayan
sido víctimas. Pero tengo amigos cuyos familiares fueron víctimas,
y eso me da tal vez un acercamiento mayor, pero nada fuera de lo
común.
¿Qué sabe la pobre inocencia de la
gente? Que un delincuente de poca monta vendió una tráfic que
terminó explotando en la sede de la AMIA y que cinco funcionarios
del más alto nivel del gobierno iraní de aquel momento están
acusados de haber planeado el atentado. Esto es todo lo que se sabe
DESPUES DE 24 AÑOS.
En cuanto a las maniobras de
distracción, se sabe que hubo un intento de un sector del gobierno
en la época de Menem, para cargarle el atentado a miembros de la
policía de la Provincia de Buenos Aires. De ese intento fue
cómplice el primer juez que investigó el atentado, los fiscales de
entonces, y los máximos dirigentes de entonces de la comunidad
judía. Esa maniobra salió a la luz, fue desbaratada, y años
después el estado argentino reconoció su responsabilidad en el
encubrimiento del atentado. Reconoció su responsabilidad POR HABER
ORGANIZADO ESTA FARSA, pero no reconoció ninguna otra maniobra de
encubrimiento. La pobre inocencia de la gente cree que esa fue la
única maniobra que hubo.
Entonces la gente demanda que juzguen a
los iraníes. En nuestro ordenamiento procesal penal no se puede
procesar a ningún sospechoso si no se le da la oportunidad de
declarar asistido por un abogado defensor. Por muchas pruebas y
evidencias que estén en poder del juez de instrucción, si no se
lleva al imputado al juzgado y se le toma una declaración
indagatoria (así se llama la oportunidad de declarar, o de negarse a
hacerlo), no se lo puede procesar. Sin proceso no hay juicio.
Esta circunstancia produjo muchísimos
actos teatrales a lo largo de estos 24 años, relacionados con la
imposibilidad de que los iraníes se presenten y presten declaración
en el juzgado, como si eso fuese lo único que podía hacerse.
Pedidos de la justicia al gobierno. Pedidos del gobierno a Interpol.
Pedidos de presidentes y de vicepresidentes en la Asamblea General
de las Naciones Unidas para que el gobierno de Irán colabore para
que sus ciudadanos se presenten a declarar ante la justicia
argentina, y un proyecto de reforma del código procesal para que se
los pueda procesar y juzgar “en ausencia”.
O sea: en 24 años, según nos quieren
hacer creer, se descubrió quién había planeado el atentado sin
tener la menor idea de quiénes lo hicieron materialmente, y a partir
de ese descubrimiento no se hizo nada más que tratar de que vengan a
declarar, salvo el acuerdo, aprobado por el parlamento pero luego
declarado inconstitucinal, de crear una comisión entre el gobierno
argentino y el gobierno iraní, que nunca llegó a funcionar.
La evidencia sobre los funcionarios
iraníes acusados de haber planificado el atentado, aparentemente, se
basa en declaraciones de agentes de inteligencia de potencias
enemigas de Irán, como los EUA e Israel. Eso no parece ser
sospechoso para nadie. La pobre inocencia de la gente tiene una vaga
convicción de que el régimen iraní financia organizaciones
terroristas islámicas en todo el mundo, y que algún comando de
alguna de estas organizaciones puede muy probablemente haber
perpetrado el atentado, con colaboración local. También se ha
difundido una historia sobre que estos círculos habrían financiado
parcialmente la campaña presidencial de Menem, quien una vez en el
poder no habría cumplido sus compromisos. Entonces todo es
verosímil, aunque falten muchos detalles.
Si no se presta atención a las grandes
debilidades que tiene esta “verdad construida” y la tomamos como
verdad a secas, ¿Qué se espera que digan los iraníes si vienen?
¿Que reconozcan su crimen? ¿Que delaten a todas las personas que
ellos contrataron y que colaboraron con ellos? ¿Que esclarezcan los
hechos? ¡¡¡Esto es absurdo!!!
No cabe esperar ningún avance en el
conocimiento de la verdad del hecho de que, por obra de algún
milagro, los acusados pudieran comparecer ante la justicia argentina.
Lo que sí ocurriría es que se los podría procesar, juzgar y
condenar. Desde este punto de vista, no habría grandes diferencias
entre que se presenten o que se los pudea juzgar en ausencia. Por
eso es que surgió la idea del juicio en ausencia: si no te interesa
lo que realmente pasó, pero querés condenar a alguien, tal vez esa
sea la solución.
Si ellos realmente fueran los que
planificaron el atentado, y fueran condenados, ¿se habría hecho
justicia?
¿Qué hay de los que pusieron la
camioneta? ¿Qué hay de los que la cargaron? ¿Quiénes prepararon
los explosivos y los detonadores? ¿Cómo entraron al país con
tantos explosivos, si es que los trajeron de afuera? ¿No se revisó
en la frontera? ¿Qué hicieron los funcionarios de migraciones y de
Aduana? ¿Cuántos kilómetros de ruta recorrieron sin que ningún
control los revisara?
Y si compraron o robaron los explosivos
en el país, ¿esas ventas o esos robos no llamaron la atención a
nadie? ¿Cuántos sabían que había un grupo de personas manipulando
esos explosivos? ¿Cuántas fábricas de explosivos hay en el país
como para vender o sufrir un robo de estas proporciones? ¿Dónde se
alojaron? ¿Cómo salieron del país? ¿Quiénes los protegieron?
Todos estos criminales están entre nosotros. No están en Irán.
Ninguna de estas preguntas sería
contestada si se juzgara a los iraníes. Y lo peor de todo, ninguna
de estas preguntas necesita que vengan los iraníes para ser
investigada.
Entonces, a 24 años del atentado a la
AMIA, ¿qué estamos esperando?
Sólo le pido a Dios que lo injusto no
me sea indiferente.
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