En su libro “Multitud”, los autores Michael Hardt y Antonio Negri citan textualmente (1) un pasaje de una obra de teatro idish, “Der Golem” (El Gólem), de H. Leivick, para ilustrar la idea de que las creaciones de los hombres, incluso las de aquellos más santos, pueden volverse en su contra y servir a un fin totalmente opuesto al deseado. El mito popular dice que el Gólem es un muñeco de barro al cual un “tzadiq” (un judío santo y piadoso) le puede dar vida mediante el uso de los nombres de Dios. La obra de teatro cuenta que el Rabino Judah Loew de Praga fabricó un Gólem para que defienda a la comunidad judía de Praga y ataque a sus perseguidores. Pero en un momento el Gólem se sale de control, provocando muertes indiscriminadas, y debe ser destruido para no provocar un mal mayor al que se quería evitar. En la obra de teatro, el Rabino Loew se lamenta con estas palabras: “Ha venido a salvarnos, pero ha derramado nuestra sangre. ¿Es que se castiga nuestro deseo de salvarnos
Comentarios