Entre los deseos y la realidad
El amigo y compañero Juan Manuel Peluffo ha criticado las últimas notas de este blog, y ha hecho una defensa de lo que él llama “el proceso” K, considerando que esa es una mejor conceptualización que la de “modelo”, ya que esta última sería “estática”.
Lo extraño es que Peluffo atribuye a este blog el “error” de llamar “modelo” a algo que debería llamarse “proceso”, cuando es el gobierno quien machaca constantemente con la idea del “modelo”, y jamás habla de “proceso”.
El error de atribuir a este blog conceptos y opiniones que no tiene ni jamás ha vertido en sus entradas, se repetirá varias veces, a lo largo del trabajo de Peluffo. Ello torna bastante enojosa la tarea de defender la opinión original, ya que no sólo hay que refutar las críticas que lo merezcan, sino que también hay que aclarar que uno no escribió muchas de las cosas que el crítico responde como si así hubiera ocurrido. Algunas de esas cosas le merecen el calificativo de “dislate”.
Esta observación no es formal, sino metodológica y política. En el debate político estamos (lo digo en primera persona porque me incluyo) muy acostumbrados a encasillar la opinión del oponente, y entonces criticamos la opinión encasillada, que ha sido prefabricada a nuestro gusto. Pero cuando se trata de exponer argumentos, aclarar ideas, cuando se busca entender al otro y hacerse entender uno mismo, eso no aporta claridad. Lo que pasa es que los vicios de la militancia política se cuelan siempre, hasta inconscientemente.
Empieza diciendo Peluffo que la idea fundamental que sostienen las notas es que el modelo en cuestión no ha producido ninguna modificación estructural al “esquema neoliberal menem-cavallista”. Y termina diciendo que posicionarse frente al gobierno actual de la misma manera que lo hacíamos frente al menemismo es no visualizar el verdadero carácter de la etapa histórica que atravesamos.
Efectivamente, es mucho más fácil discutir con algún interlocutor imaginario que haya afirmado las cosas que se señalaron en el párrafo anterior. El problema es que este blog no dijo ni piensa eso. Y aunque éste blog no está autorizado para hablar en nombre de “los compañeros de Proyecto Sur”, tampoco esos compañeros piensan así.
Decir que la estructura productiva de la argentina no ha variado sustancialmente respecto de la estructura productiva de los años 90, y decir que el esquema actual es igual al esquema neoliberal menem – cavallista, son dos cosas totalmente diferentes. Si el amigo y compañero Peluffo quiere discutir con los que dicen y piensan esto último, si es que los hay, puede hacerlo. Pero tendrá que tomar otro blog y otras notas como punto de partida. Desde ya que en esa discusión vamos a estar del mismo lado. Pero no es la discusión que nos ocupa en este caso, sin desmerecerla.
La idea de “estructura”, de “estructura productiva”, y los conceptos relacionados, que fueron utilizados en las últimas entradas de este blog, y en el reportaje que el semanario El Economista le hizo a Kosakoff, se refieren a lo que los economistas llaman de ese modo. Los semiólogos cuando hablan de “estructura” se refieren a otra cosa. Y los geólogos, y los politólogos, y podríamos seguir ad infinitum. Pero por si no estaba claro, se aclara en una de las notas: el peso relativo de los diferentes sectores productivos, según la clasificación económica académica, en la composición del PBI, y por lo tanto en la generación del ingreso nacional en un determinado período. Sector primario, sector secundario, sector terciario. Al amigo y compañero Peluffo eso le parece un enfoque parcial e insuficiente. Esta vez sí es responsabilidad de este blog, que deliberadamente ha querido evaluar el “modelo” K por sus resultados en la estructura económica. Puede ser un enfoque parcial, pero es igualmente legítimo en la medida en que no falsee la realidad.
Las notas (esas notas) que se publicaron en este blog no tenían otras pretensiones que esas: mostrar el contraste entre un discurso política y culturalmente “progresista” como el que tiene el gobierno, y sus escasos resultados en materia de transformación estructural de la economía nacional.
Y los datos son testarudos. Los datos oficiales. Los que dicen que el sector industrial no creció en relación al total del PBI, ni a valores corrientes ni a valores constantes, mientras que sí lo hicieron el sector primario ligado a las exportaciones y el sector terciario. Que los sectores que más han crecido en los últimos años son los productores y exportadores de materias primas agrícolas, combustibles y minería. Que esos sectores están dominados por empresas multinacionales, que emplean poca mano de obra, y que no pagan buenos salarios. Que la demanda de todas las personas (trabajadores y capitalistas) que tienen relación con estos sectores dinámicos no alcanza para desarrollar armónicamente ni a los otros sectores productivos ni a todas las regiones del país, y que tampoco contribuye decisivamente a la integración regional. Ninguna de estas cosas mereció un comentario en el trabajo de Peluffo aunque, bueno es reconocerlo, tampoco puso en duda su veracidad.
Ninguna de esas afirmaciones significa, a juicio de este blog y de cualquier lectura no prejuiciosa, que el esquema actual sea “igual al esquema neoliberal menem cavallista”. Lo que sí se afirmó es que, por todo lo señalado, no alcanza para lograr la “inclusión social”, salvo que se crea que tal como estamos hoy, ese objetivo se ha alcanzado. Entonces estamos jodidos, ¿o no?
Sería criticable este enfoque a un año o dos de gobierno. Pero no lo es a más de 7 años de gobierno. Eso es también lo que se quería resaltar. Una estructura productiva no se transforma en 7 años. Pero en ese lapso se puede iniciar una fuerte tendencia al cambio. Jamás este blog ha afirmado, como pretende Peluffo “extendiendo su razonamiento”, que las transformaciones producidas por la última dictadura no han sido estructurales. Por el contrario, la dictadura y el menemismo son dos buenos ejemplos de cómo siete años son suficientes para desmontar un modelo productivo y sentar las bases de otro.
Las experiencias de la dictadura y del menemismo permiten afirmar que en siete años, entendidos como “proceso” no “se concreta un modelo” pero sí se pueden instalar sus principales características y condicionar el futuro. En este sentido se puede afirmar que, con un “esquema” distinto del neoliberal menem-cavallista, los logros en materia de estructura del kirchnerismo han sido magros.
Eso es precisamente lo que se quiere poner en debate. No es atribuyendo cualidades transformadoras al sesgo ideológico de un gobierno que las transformaciones se producen. Si las transformaciones no se producen, a pesar del cambio en el sesgo ideológico del gobierno, eso es lo que tiene que movernos a la reflexión, mucho más a los oficialistas que a los opositores. Si lo que falla no es el sesgo ideológico, entonces habrá otras cosas que han fallado o que están fallando, o más importante aún, QUE NO SON CONSISTENTES CON ESE SESGO IDEOLOGICO TRANSFORMADOR, y que están impidiendo los cambios.
Muy probablemente esas cosas excedan el terreno limitado de la “economía”. Mejor dicho, tienen que ver con las formas con las que el esquema económico se ve afectado por las relaciones sociales y políticas, la construcción de un poder de cambio o la renuncia a esa construcción, sin ignorar el conjunto de decisiones tomadas por el gobierno, pero al mismo tiempo sin caer en el error de creer que las decisiones de gobierno, por sí mismas, construyen poder. Eso es un enfoque tecnocrático, y además subestima el trabajo de todo proyecto político en la base de la sociedad. Aclaración: no digo que Peluffo haya subestimado esto, pero sí digo que ha hecho un fuerte hincapié, como todos los compañeros oficialistas, en el “balance” de las decisiones del gobierno.
Ahora la pregunta es si las limitaciones o las omisiones del gobierno se quieren ver o se quieren ocultar. Si todo es un problema del contexto, como cuando éramos jóvenes y decíamos que “son tácticas del viejo”. Veamos.
Si el enemigo principal son los medios de comunicación hegemónicos el gobierno está en lo correcto y no elude la batalla contra el enemigo principal. Ahí no hay limitaciones. Pero si Gioja es un empleado de las multinacionales de la minería eso es un problema del contexto y hay que ganar en San Juan.
¿Qué pasa? La minería como sector productivo ligado al mercado internacional, que amenaza el agua de los glaciares, un recurso escaso y cuyo dominio define el futuro estratégico de la humanidad, ¿es un tema economicista? En cambio en el mundo de las comunicaciones, de la biopolítica, de los bienes culturales, la batalla de los medios es fundamental y eso también define el futuro. ¿Porqué no se miden las dos cosas con la misma vara? Es insoslayable reparar en que Magnetto no quiso ser socio de Kirchner, antes de que se declarara la guerra entre ambos, mientras que Gioja siempre quiso serlo.
¿Esto es una chicana? De ninguna manera. Es un ejemplo del modo de construcción política y de alianza social del gobierno, que impide que se produzcan modificaciones estructurales en la economía del país.
Una posibilidad es valorar los logros del gobierno. Peluffo lo hace y lo hace bien. Y recurrir al concepto de “proceso” y a partir de ahí, considerar que el “mantenimiento del rumbo” va a ir dando los resultados deseados, mientras se gana tiempo para desarticular a los poderes que se oponen al cambio y se va construyendo la fuerza política y social capaz de sostener y profundizar esos cambios. Es válido y legítimo. Pero, ¿es realista?
Podrá responderse, ¿y desde qué lugar político se cuestiona el realismo y la eficacia del kirchnerismo? ¿Desde Proyecto Sur?
Esa es otra discusión. Este blog no va a rehuir esa discusión. Pero los defectos de Proyecto Sur, que posiblemente sean muchos, no convierten en aciertos a los errores del gobierno. Las dificultades de construcción política de Proyecto Sur no implican que entonces la construcción política del gobierno sea virtuosa. Rescatando al filósofo Panigassi, “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. Aquí no queremos llevar agua para un determinado molino. Aquí queremos poner en discusión la realidad, y para ello primero tenemos que aceptarla.
¿Podemos decir orgullosos, como dice Peluffo, que este año se “removieron” los “resabios neoliberales” del Banco Central porque lo echaron a Redrado? ¿Y no tenemos nada que decir acerca del tiempo que estuvo Redrado al frente del Banco Central y las razones para que eso haya sido así? ¿No tenemos nada que decir respecto del tiempo que estuvo Redrado al frente de la Secretaría de Comercio y Relaciones Económicas Internacionales? Aquellos que siguen este blog saben que, en su momento, nos referimos a estos temas. Basta ver las entradas de enero de 2010, hace un año. ¿Qué sector del kirchnerismo se acordaba que Redrado era neoliberal antes de que lo echaran?
Podrá decirse que esa era una “alianza circunstancial” que se rompió y la prueba es que Redrado no está más en el Banco Central, que ahora está “Merche”. Muy bien, ¿qué sector del kirchnerismo dice hoy que Boudou es neoliberal? ¿Qué creen que es? ¿Y Scioli? ¿Qué creen que es? ¿Y De la Sota? ¿Qué es De La Sota? Capital, Provincia de Buenos Aires y Córdoba, ¿en qué manos van a quedar?
Por el lenguaje, parecería que esta entrada ya ha “derrapado” en una discusión de café. Pero la idea es preguntar si estos hechos no hablan de una construcción política que condiciona los cambios estructurales, y ahora el término no se refiere sólo a la estructura económica.
Dice Peluffo, y tiene razón, que no podemos enfrentar a este gobierno como enfrentamos al menemismo. Y el uso de la primera persona nos incluye en su mismo espacio, lo cual es un gesto de compañerismo que se valora.
Este blog dice también que cuando desde la misma vereda política enfrentamos al menemismo, ¿cuántos dirigentes de Proyecto Sur estaban de nuestro lado y cuántos de los que hoy están o apoyan al gobierno estaban en la vereda de enfrente? ¿Cuántos de los que hoy son gobernadores e intendentes oficialistas, y candidatos para el 2011 estaban en una y en otra vereda?
Estas preguntas no son chicanas. Se hacen para contestar elípticamente las críticas que Peluffo hace respecto de los programas de TV a los que asiste Pino Solanas o las columnas periodísticas que publica en la prensa “hegemónica”. Y no es que las miserias ajenas tapen o compensen las propias. Es que no se puede ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio.
Algo estará pasando en el oficialismo si sus dirigentes y candidatos son quienes son, aunque el “esquema neoliberal menem cavallista” haya cambiado, este blog vuelve a poner la mira en el futuro: ¿con esta política y con este bloque de poder, se puede llegar a la inclusión social?
Lo extraño es que Peluffo atribuye a este blog el “error” de llamar “modelo” a algo que debería llamarse “proceso”, cuando es el gobierno quien machaca constantemente con la idea del “modelo”, y jamás habla de “proceso”.
El error de atribuir a este blog conceptos y opiniones que no tiene ni jamás ha vertido en sus entradas, se repetirá varias veces, a lo largo del trabajo de Peluffo. Ello torna bastante enojosa la tarea de defender la opinión original, ya que no sólo hay que refutar las críticas que lo merezcan, sino que también hay que aclarar que uno no escribió muchas de las cosas que el crítico responde como si así hubiera ocurrido. Algunas de esas cosas le merecen el calificativo de “dislate”.
Esta observación no es formal, sino metodológica y política. En el debate político estamos (lo digo en primera persona porque me incluyo) muy acostumbrados a encasillar la opinión del oponente, y entonces criticamos la opinión encasillada, que ha sido prefabricada a nuestro gusto. Pero cuando se trata de exponer argumentos, aclarar ideas, cuando se busca entender al otro y hacerse entender uno mismo, eso no aporta claridad. Lo que pasa es que los vicios de la militancia política se cuelan siempre, hasta inconscientemente.
Empieza diciendo Peluffo que la idea fundamental que sostienen las notas es que el modelo en cuestión no ha producido ninguna modificación estructural al “esquema neoliberal menem-cavallista”. Y termina diciendo que posicionarse frente al gobierno actual de la misma manera que lo hacíamos frente al menemismo es no visualizar el verdadero carácter de la etapa histórica que atravesamos.
Efectivamente, es mucho más fácil discutir con algún interlocutor imaginario que haya afirmado las cosas que se señalaron en el párrafo anterior. El problema es que este blog no dijo ni piensa eso. Y aunque éste blog no está autorizado para hablar en nombre de “los compañeros de Proyecto Sur”, tampoco esos compañeros piensan así.
Decir que la estructura productiva de la argentina no ha variado sustancialmente respecto de la estructura productiva de los años 90, y decir que el esquema actual es igual al esquema neoliberal menem – cavallista, son dos cosas totalmente diferentes. Si el amigo y compañero Peluffo quiere discutir con los que dicen y piensan esto último, si es que los hay, puede hacerlo. Pero tendrá que tomar otro blog y otras notas como punto de partida. Desde ya que en esa discusión vamos a estar del mismo lado. Pero no es la discusión que nos ocupa en este caso, sin desmerecerla.
La idea de “estructura”, de “estructura productiva”, y los conceptos relacionados, que fueron utilizados en las últimas entradas de este blog, y en el reportaje que el semanario El Economista le hizo a Kosakoff, se refieren a lo que los economistas llaman de ese modo. Los semiólogos cuando hablan de “estructura” se refieren a otra cosa. Y los geólogos, y los politólogos, y podríamos seguir ad infinitum. Pero por si no estaba claro, se aclara en una de las notas: el peso relativo de los diferentes sectores productivos, según la clasificación económica académica, en la composición del PBI, y por lo tanto en la generación del ingreso nacional en un determinado período. Sector primario, sector secundario, sector terciario. Al amigo y compañero Peluffo eso le parece un enfoque parcial e insuficiente. Esta vez sí es responsabilidad de este blog, que deliberadamente ha querido evaluar el “modelo” K por sus resultados en la estructura económica. Puede ser un enfoque parcial, pero es igualmente legítimo en la medida en que no falsee la realidad.
Las notas (esas notas) que se publicaron en este blog no tenían otras pretensiones que esas: mostrar el contraste entre un discurso política y culturalmente “progresista” como el que tiene el gobierno, y sus escasos resultados en materia de transformación estructural de la economía nacional.
Y los datos son testarudos. Los datos oficiales. Los que dicen que el sector industrial no creció en relación al total del PBI, ni a valores corrientes ni a valores constantes, mientras que sí lo hicieron el sector primario ligado a las exportaciones y el sector terciario. Que los sectores que más han crecido en los últimos años son los productores y exportadores de materias primas agrícolas, combustibles y minería. Que esos sectores están dominados por empresas multinacionales, que emplean poca mano de obra, y que no pagan buenos salarios. Que la demanda de todas las personas (trabajadores y capitalistas) que tienen relación con estos sectores dinámicos no alcanza para desarrollar armónicamente ni a los otros sectores productivos ni a todas las regiones del país, y que tampoco contribuye decisivamente a la integración regional. Ninguna de estas cosas mereció un comentario en el trabajo de Peluffo aunque, bueno es reconocerlo, tampoco puso en duda su veracidad.
Ninguna de esas afirmaciones significa, a juicio de este blog y de cualquier lectura no prejuiciosa, que el esquema actual sea “igual al esquema neoliberal menem cavallista”. Lo que sí se afirmó es que, por todo lo señalado, no alcanza para lograr la “inclusión social”, salvo que se crea que tal como estamos hoy, ese objetivo se ha alcanzado. Entonces estamos jodidos, ¿o no?
Sería criticable este enfoque a un año o dos de gobierno. Pero no lo es a más de 7 años de gobierno. Eso es también lo que se quería resaltar. Una estructura productiva no se transforma en 7 años. Pero en ese lapso se puede iniciar una fuerte tendencia al cambio. Jamás este blog ha afirmado, como pretende Peluffo “extendiendo su razonamiento”, que las transformaciones producidas por la última dictadura no han sido estructurales. Por el contrario, la dictadura y el menemismo son dos buenos ejemplos de cómo siete años son suficientes para desmontar un modelo productivo y sentar las bases de otro.
Las experiencias de la dictadura y del menemismo permiten afirmar que en siete años, entendidos como “proceso” no “se concreta un modelo” pero sí se pueden instalar sus principales características y condicionar el futuro. En este sentido se puede afirmar que, con un “esquema” distinto del neoliberal menem-cavallista, los logros en materia de estructura del kirchnerismo han sido magros.
Eso es precisamente lo que se quiere poner en debate. No es atribuyendo cualidades transformadoras al sesgo ideológico de un gobierno que las transformaciones se producen. Si las transformaciones no se producen, a pesar del cambio en el sesgo ideológico del gobierno, eso es lo que tiene que movernos a la reflexión, mucho más a los oficialistas que a los opositores. Si lo que falla no es el sesgo ideológico, entonces habrá otras cosas que han fallado o que están fallando, o más importante aún, QUE NO SON CONSISTENTES CON ESE SESGO IDEOLOGICO TRANSFORMADOR, y que están impidiendo los cambios.
Muy probablemente esas cosas excedan el terreno limitado de la “economía”. Mejor dicho, tienen que ver con las formas con las que el esquema económico se ve afectado por las relaciones sociales y políticas, la construcción de un poder de cambio o la renuncia a esa construcción, sin ignorar el conjunto de decisiones tomadas por el gobierno, pero al mismo tiempo sin caer en el error de creer que las decisiones de gobierno, por sí mismas, construyen poder. Eso es un enfoque tecnocrático, y además subestima el trabajo de todo proyecto político en la base de la sociedad. Aclaración: no digo que Peluffo haya subestimado esto, pero sí digo que ha hecho un fuerte hincapié, como todos los compañeros oficialistas, en el “balance” de las decisiones del gobierno.
Ahora la pregunta es si las limitaciones o las omisiones del gobierno se quieren ver o se quieren ocultar. Si todo es un problema del contexto, como cuando éramos jóvenes y decíamos que “son tácticas del viejo”. Veamos.
Si el enemigo principal son los medios de comunicación hegemónicos el gobierno está en lo correcto y no elude la batalla contra el enemigo principal. Ahí no hay limitaciones. Pero si Gioja es un empleado de las multinacionales de la minería eso es un problema del contexto y hay que ganar en San Juan.
¿Qué pasa? La minería como sector productivo ligado al mercado internacional, que amenaza el agua de los glaciares, un recurso escaso y cuyo dominio define el futuro estratégico de la humanidad, ¿es un tema economicista? En cambio en el mundo de las comunicaciones, de la biopolítica, de los bienes culturales, la batalla de los medios es fundamental y eso también define el futuro. ¿Porqué no se miden las dos cosas con la misma vara? Es insoslayable reparar en que Magnetto no quiso ser socio de Kirchner, antes de que se declarara la guerra entre ambos, mientras que Gioja siempre quiso serlo.
¿Esto es una chicana? De ninguna manera. Es un ejemplo del modo de construcción política y de alianza social del gobierno, que impide que se produzcan modificaciones estructurales en la economía del país.
Una posibilidad es valorar los logros del gobierno. Peluffo lo hace y lo hace bien. Y recurrir al concepto de “proceso” y a partir de ahí, considerar que el “mantenimiento del rumbo” va a ir dando los resultados deseados, mientras se gana tiempo para desarticular a los poderes que se oponen al cambio y se va construyendo la fuerza política y social capaz de sostener y profundizar esos cambios. Es válido y legítimo. Pero, ¿es realista?
Podrá responderse, ¿y desde qué lugar político se cuestiona el realismo y la eficacia del kirchnerismo? ¿Desde Proyecto Sur?
Esa es otra discusión. Este blog no va a rehuir esa discusión. Pero los defectos de Proyecto Sur, que posiblemente sean muchos, no convierten en aciertos a los errores del gobierno. Las dificultades de construcción política de Proyecto Sur no implican que entonces la construcción política del gobierno sea virtuosa. Rescatando al filósofo Panigassi, “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. Aquí no queremos llevar agua para un determinado molino. Aquí queremos poner en discusión la realidad, y para ello primero tenemos que aceptarla.
¿Podemos decir orgullosos, como dice Peluffo, que este año se “removieron” los “resabios neoliberales” del Banco Central porque lo echaron a Redrado? ¿Y no tenemos nada que decir acerca del tiempo que estuvo Redrado al frente del Banco Central y las razones para que eso haya sido así? ¿No tenemos nada que decir respecto del tiempo que estuvo Redrado al frente de la Secretaría de Comercio y Relaciones Económicas Internacionales? Aquellos que siguen este blog saben que, en su momento, nos referimos a estos temas. Basta ver las entradas de enero de 2010, hace un año. ¿Qué sector del kirchnerismo se acordaba que Redrado era neoliberal antes de que lo echaran?
Podrá decirse que esa era una “alianza circunstancial” que se rompió y la prueba es que Redrado no está más en el Banco Central, que ahora está “Merche”. Muy bien, ¿qué sector del kirchnerismo dice hoy que Boudou es neoliberal? ¿Qué creen que es? ¿Y Scioli? ¿Qué creen que es? ¿Y De la Sota? ¿Qué es De La Sota? Capital, Provincia de Buenos Aires y Córdoba, ¿en qué manos van a quedar?
Por el lenguaje, parecería que esta entrada ya ha “derrapado” en una discusión de café. Pero la idea es preguntar si estos hechos no hablan de una construcción política que condiciona los cambios estructurales, y ahora el término no se refiere sólo a la estructura económica.
Dice Peluffo, y tiene razón, que no podemos enfrentar a este gobierno como enfrentamos al menemismo. Y el uso de la primera persona nos incluye en su mismo espacio, lo cual es un gesto de compañerismo que se valora.
Este blog dice también que cuando desde la misma vereda política enfrentamos al menemismo, ¿cuántos dirigentes de Proyecto Sur estaban de nuestro lado y cuántos de los que hoy están o apoyan al gobierno estaban en la vereda de enfrente? ¿Cuántos de los que hoy son gobernadores e intendentes oficialistas, y candidatos para el 2011 estaban en una y en otra vereda?
Estas preguntas no son chicanas. Se hacen para contestar elípticamente las críticas que Peluffo hace respecto de los programas de TV a los que asiste Pino Solanas o las columnas periodísticas que publica en la prensa “hegemónica”. Y no es que las miserias ajenas tapen o compensen las propias. Es que no se puede ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio.
Algo estará pasando en el oficialismo si sus dirigentes y candidatos son quienes son, aunque el “esquema neoliberal menem cavallista” haya cambiado, este blog vuelve a poner la mira en el futuro: ¿con esta política y con este bloque de poder, se puede llegar a la inclusión social?
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