Reservas y Chamuyo
La ¿mini? crisis política que desencadenó la negativa de Martín Redrado a renunciar a la presidencia del Banco Central tiende a que, como de costumbre, los elementos secundarios del debate se superpongan a los principales y se desvíe la atención de la sociedad hacia los primeros.
El debate NO ES sobre la autarquía del Banco Central. Tampoco sobre si Redrado incumple sus deberes de funcionario público al desobedecer una norma que está vigente. Y ya que hablamos de la norma, en este caso el DNU que creó el “Fondo del Bicentenario”, el debate tampoco es sobre si la presidenta ejerció indebidamente las facultades que la Constitución le otorga para el dictado de estos Decretos “legislativos”. Ni siquiera sobre si el procedimiento decidido para remover al presidente del Banco Central es legal.
Todas esas son cuestiones jurídicas. Válidas. Legítimas. Son aspectos de la discusión que está planteada. Pero no son la esencia de la discusión. Se basan en las formas y en los instrumentos. No en la sustancia.
La sustancia de la discusión es política. Esta es una discusión de política económica y de política en general.
La Presidenta, máxima autoridad del Poder Ejecutivo, y su esposo, máximo referente y conductor político del gobierno, quieren garantizar el pago de la deuda externa pública que vence durante 2010 mediante un préstamo compulsivo de una parte de las reservas que el Banco Central le debe hacer al Tesoro Nacional. A esta altura del partido, poco importa si la iniciativa fue de Néstor o de Aimé (el ministro Boudou).
Si este “fondo de garantía” tuviese que utilizarse, ello significaría que el superávit presupuestario no habrá sido suficiente para los pagos. Pero antes de que eso ocurra, el gobierno quiere dejar bien en claro a los acreedores que, aún en ese caso, no correrán ningún riesgo. Esto es lo principal de la posición política del sector “setentista” y “revolucionario” del gobierno.
Es verdad que ésta es una manera simplificada de presentar la posición. Pero no vale la pena detenernos en detalles. Digamos simplemente que si el Tesoro contara con esa garantía, podría encarar algunas operaciones de ingeniería financiera relacionadas con la deuda, que eventualmente harían innecesario el uso de la garantía. Son objetivos válidos y loables. Pero ¿son prioritarios?
El sector “setentista” del gobierno quiere volver a los mercados financieros internacionales, después de años de prédica en el sentido contrario, porque sabe que el superávit presupuestario no le va a alcanzar.
Hasta aquí, el superávit era una de las premisas del “modelo”. Ahora que el superávit no alcanza, parece que cambiaron algunos capítulos del Manual del Revolucionario del Siglo XXI.
¿Qué dicen los bancos? “Sí, que se constituya de una vez el Fondo de Garantía para los acreedores, no sea cosa que se desvaloricen nuestras tenencias de títulos de la deuda, o que no podamos participar de una buena negociación futura de canje. ¡Volvamos a los mercados! ¡Redrado debe acatar o renunciar!”. Han ingresado a la categoría de aliados tácticos de la Revolución en esta etapa histórica.
¿Qué dice la ortodoxia neoliberal "noventista" enquistada en la autoridad monetaria? “Sí, pagar deuda en tiempo y forma está muy bien, pero debe hacerse con el superávit del Tesoro, o sea que si Aimé se dió cuenta que no le va a alcanzar, lo que tiene que hacer es disponer un ajuste del gasto público, pero ¡JAMAS! se debe vulnerar la independencia y la autarquía del Banco Central”.
¿Y el coro de “Viudas e Hijas de la República Perdida”? El coro canta: “Sí, hay que defender la institucionalidad. ¡Basta de vulnerar las instituciones! ¡Hágase el ajuste!”
Algunos dicen que el problema de los argentinos es que no nos ponemos de acuerdo. Si bien se mira esta discusión, en el fondo todos los actores que se han citado coinciden: para todos ellos la deuda está antes que el hambre del pueblo o la falta de trabajo.
No escuchamos a Redrado decir que, en realidad, las reservas deberían usarse para crear trabajo, para dar de comer a la gente o para pagar los numerosos juicios con sentencia firme a los jubilados. Tampoco escucharmos decir esto a los bancos que salieron a pedir su renuncia, ni a los senadores radicales que lo fueron a apoyar.
No leímos ningún extenso documento de “Carta Abierta” reclamándole al gobierno, al que consideran propio, que las prioridades para el uso de las reservas excedentes pueden y deben ser otras, siempre con mucho cuidado y ponderando debidamente todo lo bueno conseguido.
No leímos ningún trabajo de economistas heterodoxos en el que se proponga el uso de esos recursos para aumentar la demanda agregada, con distribución del ingreso, complementado con algunos instrumentos para compensar los eventuales efectos inflacionarios que esa propuesta pudiera tener.
Ningún filósofo de la historia argentina reciente salió a plantear las otras posibilidades subyacentes en este verdadero “parteaguas” de la historia.
No los vimos por canal 7, ni por Encuentro, mucho menos por TN. ¿Será que quisieron hacerlo pero las empresas monopólicas de medios estaban todas pasando el funeral de Sandro?
Y esto pasa en un país con mucha miseria, mucha desocupación, como lo demuestra el que hoy mismo estaba cortada nuevamente la Avenida 9 de Julio, frente al Ministerio de Desarrollo Social, por desocupados que reclamaban ser tratados con equidad en la distribución de los recursos del plan “Argentina trabaja”, en lugar de ser basureados por los intendentes del gran Buenos Aires.
Martín, Aimé, Néstor, Cristina, ¡¡¡Basta de chamuyo!!!
El debate NO ES sobre la autarquía del Banco Central. Tampoco sobre si Redrado incumple sus deberes de funcionario público al desobedecer una norma que está vigente. Y ya que hablamos de la norma, en este caso el DNU que creó el “Fondo del Bicentenario”, el debate tampoco es sobre si la presidenta ejerció indebidamente las facultades que la Constitución le otorga para el dictado de estos Decretos “legislativos”. Ni siquiera sobre si el procedimiento decidido para remover al presidente del Banco Central es legal.
Todas esas son cuestiones jurídicas. Válidas. Legítimas. Son aspectos de la discusión que está planteada. Pero no son la esencia de la discusión. Se basan en las formas y en los instrumentos. No en la sustancia.
La sustancia de la discusión es política. Esta es una discusión de política económica y de política en general.
La Presidenta, máxima autoridad del Poder Ejecutivo, y su esposo, máximo referente y conductor político del gobierno, quieren garantizar el pago de la deuda externa pública que vence durante 2010 mediante un préstamo compulsivo de una parte de las reservas que el Banco Central le debe hacer al Tesoro Nacional. A esta altura del partido, poco importa si la iniciativa fue de Néstor o de Aimé (el ministro Boudou).
Si este “fondo de garantía” tuviese que utilizarse, ello significaría que el superávit presupuestario no habrá sido suficiente para los pagos. Pero antes de que eso ocurra, el gobierno quiere dejar bien en claro a los acreedores que, aún en ese caso, no correrán ningún riesgo. Esto es lo principal de la posición política del sector “setentista” y “revolucionario” del gobierno.
Es verdad que ésta es una manera simplificada de presentar la posición. Pero no vale la pena detenernos en detalles. Digamos simplemente que si el Tesoro contara con esa garantía, podría encarar algunas operaciones de ingeniería financiera relacionadas con la deuda, que eventualmente harían innecesario el uso de la garantía. Son objetivos válidos y loables. Pero ¿son prioritarios?
El sector “setentista” del gobierno quiere volver a los mercados financieros internacionales, después de años de prédica en el sentido contrario, porque sabe que el superávit presupuestario no le va a alcanzar.
Hasta aquí, el superávit era una de las premisas del “modelo”. Ahora que el superávit no alcanza, parece que cambiaron algunos capítulos del Manual del Revolucionario del Siglo XXI.
¿Qué dicen los bancos? “Sí, que se constituya de una vez el Fondo de Garantía para los acreedores, no sea cosa que se desvaloricen nuestras tenencias de títulos de la deuda, o que no podamos participar de una buena negociación futura de canje. ¡Volvamos a los mercados! ¡Redrado debe acatar o renunciar!”. Han ingresado a la categoría de aliados tácticos de la Revolución en esta etapa histórica.
¿Qué dice la ortodoxia neoliberal "noventista" enquistada en la autoridad monetaria? “Sí, pagar deuda en tiempo y forma está muy bien, pero debe hacerse con el superávit del Tesoro, o sea que si Aimé se dió cuenta que no le va a alcanzar, lo que tiene que hacer es disponer un ajuste del gasto público, pero ¡JAMAS! se debe vulnerar la independencia y la autarquía del Banco Central”.
¿Y el coro de “Viudas e Hijas de la República Perdida”? El coro canta: “Sí, hay que defender la institucionalidad. ¡Basta de vulnerar las instituciones! ¡Hágase el ajuste!”
Algunos dicen que el problema de los argentinos es que no nos ponemos de acuerdo. Si bien se mira esta discusión, en el fondo todos los actores que se han citado coinciden: para todos ellos la deuda está antes que el hambre del pueblo o la falta de trabajo.
No escuchamos a Redrado decir que, en realidad, las reservas deberían usarse para crear trabajo, para dar de comer a la gente o para pagar los numerosos juicios con sentencia firme a los jubilados. Tampoco escucharmos decir esto a los bancos que salieron a pedir su renuncia, ni a los senadores radicales que lo fueron a apoyar.
No leímos ningún extenso documento de “Carta Abierta” reclamándole al gobierno, al que consideran propio, que las prioridades para el uso de las reservas excedentes pueden y deben ser otras, siempre con mucho cuidado y ponderando debidamente todo lo bueno conseguido.
No leímos ningún trabajo de economistas heterodoxos en el que se proponga el uso de esos recursos para aumentar la demanda agregada, con distribución del ingreso, complementado con algunos instrumentos para compensar los eventuales efectos inflacionarios que esa propuesta pudiera tener.
Ningún filósofo de la historia argentina reciente salió a plantear las otras posibilidades subyacentes en este verdadero “parteaguas” de la historia.
No los vimos por canal 7, ni por Encuentro, mucho menos por TN. ¿Será que quisieron hacerlo pero las empresas monopólicas de medios estaban todas pasando el funeral de Sandro?
Y esto pasa en un país con mucha miseria, mucha desocupación, como lo demuestra el que hoy mismo estaba cortada nuevamente la Avenida 9 de Julio, frente al Ministerio de Desarrollo Social, por desocupados que reclamaban ser tratados con equidad en la distribución de los recursos del plan “Argentina trabaja”, en lugar de ser basureados por los intendentes del gran Buenos Aires.
Martín, Aimé, Néstor, Cristina, ¡¡¡Basta de chamuyo!!!
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