Especular no cuesta nada (nota 1)
Falta menos de una semana para las elecciones legislativas. El día después, describir el nuevo “mapa político” será el “deporte” preferido de todos los comentaristas. En esta semana, en cambio, el “deporte” es tratar de prever cuáles van a ser los resultados.
En estas líneas vamos a tratar de anticiparnos, y especular, antes de conocer los resultados, sobre el futuro mapa político. Tal vez eso resulte más interesante que el lamentable escenario de este último tramo de campaña.
Sin desmerecer las diferentes ideas o proyectos de los candidatos, el futuro político del país depende menos de ellas que de las estrategias publicitarias y de los eventos que, ya en el último año, han sellado la suerte sobre todo de los candidatos oficialistas. Pero eso no es lo mismo que decir que no se definirán en una semana cosas muy importantes.
En el peronismo, y en buena medida también en la oposición, el futuro dependerá del resultado en las provincias de Buenos Aires y de Santa Fe.
Escenario 1: ¿Qué pasaría si gana Kirchner y pierde Reutemann?
Ese es el escenario más favorable al kirchnerismo. Aún tendrá aire para hegemonizar el peronismo por unos años más. Más allá del desgaste, y aún cuando el próximo candidato a presidente no sea ni Cristina ni Néstor, el Kirchnerismo podrá imponer –y condicionar– al futuro candidato a presidente por el PJ. El plan político de Néstor habrá sido exitoso, y un conductor exitoso no tiene motivo para modificar el estilo: más pejotismo para conservar el poder. Porque en su concepción sin el poder no se puede hacer política. Tributarios de esa concepción, los dirigentes peronistas no abandonarán el barco. Podrán desencadenar disputas por espacios de poder, por “cobrar” el precio de la victoria, pero no amenazarán a la conducción ni fracturarán el peronismo.
Dada esta “continuidad” de la centralidad del PJ, habrá cada vez menos espacio para la transversalidad, la concertación, el centroizquierda kirchnerista, o como se le quiera llamar. El rechazo del “pejotismo” a la ineficacia electoral de todo lo que esté por fuera de él es directamente proporcional al rechazo de toda corriente oficialista no “pejotista” al conglomerado de barones que, con los votos en las alforjas, seguirán cambiándolos por espacios de poder, dinero, prebendas, control de negocios turbios en complicidad con la policía y con el delito. Se podrá disentir con esta opinión, o resaltar virtudes de este camino que aquí no se resaltan, pero será muy difícil afirmar, con alguna evidencia, que existe una mínima posibilidad de mayor calidad institucional y de menor compromiso con la corrupción política si esta tendencia de la pejotización del kirchnerismo resulta fortalecida.
Ese PJ Kirchnerista expulsará algunos aliados por izquierda, aunque mantendrá el discurso setentista y keynesiano muy oportuno para la crisis mundial. No los expulsará por un problema de valores, sino porque no habrá lugar para ellos en el reparto del poder. Balanceando la ecuación, también expulsará a algunos impresentables del peronismo, pero el grueso permanecerá “dentro del plato”.
La pregunta en este caso es si ese peronismo será capaz de ganar las próximas elecciones presidenciales. Hace tiempo se dice que en Argentina no se puede gobernar sin el peronismo, pero tampoco sólo con el peronismo. El peronismo “triunfante” que se consolidará en este escenario tiende a un mayor aislamiento político que no garantiza nuevos triunfos electorales.
¿Y en la oposición? En ese escenario se habrá fortalecido la figura de Hermes Binner, pero no al punto de dejar definida la cuestión de la candidatura presidencial para 2011.
Es muy probable que ante el fortalecimiento del “pejotismo” las tendencias ya anunciadas a la “gorilización” de Lilita Carrió y la Coalición Cívica, y la tentación del “panradicalismo” por restablecer el bipartidismo en el país, terminen generando fuertes tensiones en el socialismo entre aquellos sectores que con gusto se plegarían a una reedición de la Unión Democrática, y los que por el contrario tienden a llevar a su partido a un conglomerado posiblemente menos numeroso pero sin dudas más popular.
La perspectiva del nacimiento de una nueva “Unión Democrática”, con sus condimentos políticos y sociales (radicales, socialistas, iglesia, sociedad rural, capitales trasnacionales) no es para nada descartable.
La posición de Hermes Binner, único presidenciable del socialismo, probablemente sea decisiva para la evolución de su partido, pero no es tan claro que lo sea para el armado de otro conglomerado de izquierda democrática que no se plegaría a una nueva “Unión Democrática”, pero que tampoco tendría posibilidades de disputar la presidencia en tan poco tiempo.
De todos modos existiría un espacio político “vacante” para el nacimiento de una tercera fuerza política no gorila, de izquierda popular y democrática, con sensibilidad para las demandas de género, medio ambiente, autogestión social, y que sobre la base de los desempeños electorales de Pino Solanas en la Ciudad de Buenos Aires, de Sabatella en la Provincia de Buenos Aires, de Luis Juez en Córdoba, de los expulsados “por izquierda” del pejotismo y de la Coalición Cívica, y probablemente del Socialismo, podría iniciar un camino. Tal vez incluso sería un buen momento para entablar un diálogo con la “izquierda tradicional”, más allá de su ineficacia electoral, ya que contiene a un porcentaje importante del activismo político y social y no puede desdeñarse su importancia como agente de cambio.
Su talón de Aquiles será que le disputaría electorado al kirchnerismo y no sería extraño que deba pasar un buen trecho en el llano antes de arribar a posiciones de gobierno. Sin una vocación de construcción de largo aliento y sin superar el habitual sectarismo de estos sectores, será difícil ocupar este espacio vacante en la política argentina de los próximos años, puesto que si el kirchnerismo fuese derrotado en las urnas en el 2011, sobrevendrá una diáspora en el pj-k que, fuera del poder, ya no sería un polo de atracción.
En otros términos, un kirchnerismo pejotista ganador 28 de junio de 2009, agotado en el 2011, podría abrir la puerta a una larga etapa de gobiernos de centro derecha en el país, a menos que la formación de una nueva fuerza política nacional, popular y democrática, lo impida. Pero para ello debe existir en 2011 un polo de atracción con auténtica vocación de cambio y con menos sectarismo que apetito de poder. Que estas condiciones sean poco probables no significa que necesariamente sean imposibles.
En estas líneas vamos a tratar de anticiparnos, y especular, antes de conocer los resultados, sobre el futuro mapa político. Tal vez eso resulte más interesante que el lamentable escenario de este último tramo de campaña.
Sin desmerecer las diferentes ideas o proyectos de los candidatos, el futuro político del país depende menos de ellas que de las estrategias publicitarias y de los eventos que, ya en el último año, han sellado la suerte sobre todo de los candidatos oficialistas. Pero eso no es lo mismo que decir que no se definirán en una semana cosas muy importantes.
En el peronismo, y en buena medida también en la oposición, el futuro dependerá del resultado en las provincias de Buenos Aires y de Santa Fe.
Escenario 1: ¿Qué pasaría si gana Kirchner y pierde Reutemann?
Ese es el escenario más favorable al kirchnerismo. Aún tendrá aire para hegemonizar el peronismo por unos años más. Más allá del desgaste, y aún cuando el próximo candidato a presidente no sea ni Cristina ni Néstor, el Kirchnerismo podrá imponer –y condicionar– al futuro candidato a presidente por el PJ. El plan político de Néstor habrá sido exitoso, y un conductor exitoso no tiene motivo para modificar el estilo: más pejotismo para conservar el poder. Porque en su concepción sin el poder no se puede hacer política. Tributarios de esa concepción, los dirigentes peronistas no abandonarán el barco. Podrán desencadenar disputas por espacios de poder, por “cobrar” el precio de la victoria, pero no amenazarán a la conducción ni fracturarán el peronismo.
Dada esta “continuidad” de la centralidad del PJ, habrá cada vez menos espacio para la transversalidad, la concertación, el centroizquierda kirchnerista, o como se le quiera llamar. El rechazo del “pejotismo” a la ineficacia electoral de todo lo que esté por fuera de él es directamente proporcional al rechazo de toda corriente oficialista no “pejotista” al conglomerado de barones que, con los votos en las alforjas, seguirán cambiándolos por espacios de poder, dinero, prebendas, control de negocios turbios en complicidad con la policía y con el delito. Se podrá disentir con esta opinión, o resaltar virtudes de este camino que aquí no se resaltan, pero será muy difícil afirmar, con alguna evidencia, que existe una mínima posibilidad de mayor calidad institucional y de menor compromiso con la corrupción política si esta tendencia de la pejotización del kirchnerismo resulta fortalecida.
Ese PJ Kirchnerista expulsará algunos aliados por izquierda, aunque mantendrá el discurso setentista y keynesiano muy oportuno para la crisis mundial. No los expulsará por un problema de valores, sino porque no habrá lugar para ellos en el reparto del poder. Balanceando la ecuación, también expulsará a algunos impresentables del peronismo, pero el grueso permanecerá “dentro del plato”.
La pregunta en este caso es si ese peronismo será capaz de ganar las próximas elecciones presidenciales. Hace tiempo se dice que en Argentina no se puede gobernar sin el peronismo, pero tampoco sólo con el peronismo. El peronismo “triunfante” que se consolidará en este escenario tiende a un mayor aislamiento político que no garantiza nuevos triunfos electorales.
¿Y en la oposición? En ese escenario se habrá fortalecido la figura de Hermes Binner, pero no al punto de dejar definida la cuestión de la candidatura presidencial para 2011.
Es muy probable que ante el fortalecimiento del “pejotismo” las tendencias ya anunciadas a la “gorilización” de Lilita Carrió y la Coalición Cívica, y la tentación del “panradicalismo” por restablecer el bipartidismo en el país, terminen generando fuertes tensiones en el socialismo entre aquellos sectores que con gusto se plegarían a una reedición de la Unión Democrática, y los que por el contrario tienden a llevar a su partido a un conglomerado posiblemente menos numeroso pero sin dudas más popular.
La perspectiva del nacimiento de una nueva “Unión Democrática”, con sus condimentos políticos y sociales (radicales, socialistas, iglesia, sociedad rural, capitales trasnacionales) no es para nada descartable.
La posición de Hermes Binner, único presidenciable del socialismo, probablemente sea decisiva para la evolución de su partido, pero no es tan claro que lo sea para el armado de otro conglomerado de izquierda democrática que no se plegaría a una nueva “Unión Democrática”, pero que tampoco tendría posibilidades de disputar la presidencia en tan poco tiempo.
De todos modos existiría un espacio político “vacante” para el nacimiento de una tercera fuerza política no gorila, de izquierda popular y democrática, con sensibilidad para las demandas de género, medio ambiente, autogestión social, y que sobre la base de los desempeños electorales de Pino Solanas en la Ciudad de Buenos Aires, de Sabatella en la Provincia de Buenos Aires, de Luis Juez en Córdoba, de los expulsados “por izquierda” del pejotismo y de la Coalición Cívica, y probablemente del Socialismo, podría iniciar un camino. Tal vez incluso sería un buen momento para entablar un diálogo con la “izquierda tradicional”, más allá de su ineficacia electoral, ya que contiene a un porcentaje importante del activismo político y social y no puede desdeñarse su importancia como agente de cambio.
Su talón de Aquiles será que le disputaría electorado al kirchnerismo y no sería extraño que deba pasar un buen trecho en el llano antes de arribar a posiciones de gobierno. Sin una vocación de construcción de largo aliento y sin superar el habitual sectarismo de estos sectores, será difícil ocupar este espacio vacante en la política argentina de los próximos años, puesto que si el kirchnerismo fuese derrotado en las urnas en el 2011, sobrevendrá una diáspora en el pj-k que, fuera del poder, ya no sería un polo de atracción.
En otros términos, un kirchnerismo pejotista ganador 28 de junio de 2009, agotado en el 2011, podría abrir la puerta a una larga etapa de gobiernos de centro derecha en el país, a menos que la formación de una nueva fuerza política nacional, popular y democrática, lo impida. Pero para ello debe existir en 2011 un polo de atracción con auténtica vocación de cambio y con menos sectarismo que apetito de poder. Que estas condiciones sean poco probables no significa que necesariamente sean imposibles.
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