¿Cuántos regimientos tiene la gente de conciencia?
Aquellos que ingresen a la página de Uri Avnery a través del link que hay en este blog, podran leer su última columna semanal en inglés.
A continuación se transcribe la traducción.
¿Cuántas divisiones?
por Uri Avnery
10/01/09
Hace CASI SETENTA AÑOS, en el curso de la Segunda Guerra Mundial, un crimen atroz fue cometido en la ciudad de Leningrado. Durante más de mil días, una banda de extremistas llamados “ejército rojo” tomó como rehenes a millones de habitantes de la ciudad y provocó la represalia de la Wehrmacht alemana sobre los centros de la población. Los alemanes no tenían otra alternativa que bombardear a la población e imponer un bloqueo total, lo que causó la muerte de centenares de miles de personas.
Poco antes, un crimen similar fue cometido en Inglaterra. La banda de Churchill se ocultó entre la población de Londres, utilizando a millones de ciudadanos como escudo humano. Eso obligó a los alemanes a que enviaran su Luftwaffe y redujeran la ciudad a ruinas. Se llamó “el Blitz”.
Ésta es la descripción que ahora aparecería en los libros de historia si los alemanes hubieran ganado la guerra.
¿Absurdo? No más que las descripciones diarias en nuestros medios, que repiten hasta la náusea la consigna: los terroristas de Hamas utilizan a habitantes de Gaza como “rehenes” y explotan a las mujeres y a niños como “protectores humanos”, ellos no nos dejan otra alternativa fuera de los bombardeos masivos, en los cuales, con profundo dolor de nuestra parte, mueren o son heridos miles de hombres, mujeres y niños desarmados.
EN ESTA GUERRA, como en cualquier guerra moderna, la propaganda desempeña un papel importante. La disparidad de fuerzas entre el ejército israelí, con sus aeroplanos, helicópteros, buques de guerra, artillería y tanques, y los pocos miles de combatientes escasamente armados de Hamas, es de uno a mil, quizás uno a millón. En el terreno político el abismo entre ellos es incluso más ancho. Pero en la guerra de la propaganda, la brecha es casi infinita.
Casi todos los medios occidentales repitieron inicialmente el libreto israelí oficial. Ignoraron casi por completo el lado palestino de la historia, por no mencionar a las demostraciones diarias del campo israelí de la paz. La racionalidad del análisis del gobierno israelí (“el estado debe defender a sus ciudadanos contra los cohetes Qassam”) se ha aceptado como la única verdad. La visión desde el otro lado, de que los Qassams son una respuesta por el sitio a una población de un millón y medio de habitantes que mueren de hambre en la franja de Gaza, no fue siquiera mencionada.
Solamente cuando las horribles escenas de Gaza comenzaron a aparecer en las pantallas occidentales de la TV, la opinión pública mundial comenzó gradualmente a cambiar. En realidad, los canales de TV occidentales e israelíes mostraron solamente una fracción minúscula de los acontecimientos terribles que aparecen 24 por día en el canal árabe de Aljazeera, pero una foto de un bebé muerto en los brazos de su padre aterrorizado es más poderosa que mil declaraciones elegantes del portavoz israelí del ejército. Y eso es lo decisivo al final.
La guerra - toda guerra - es el reino de la mentira. En materia de propaganda, también llamada guerra psicológica, todos aceptan que es correcto mentir para su país. Cualquier persona que diga la verdad corre el riesgo de ser calificado de traidor. El problema es que la propaganda es muy convincente para el propagandista mismo. Y si usted se convence de que una mentira es verdad y que la falsificación es la realidad, entonces ya no puede tomar decisiones racionales.
Un ejemplo de este proceso aparece en torno a la atrocidad más impactante de esta guerra hasta ahora: el bombardeo de la escuela de la O.N.U Fakhura en el campo del refugiados de Jabaliya. Inmediatamente después que el incidente se conoció en todo el mundo, el ejército “reveló” que los combatientes de Hamas habían disparado morteros cerca de la entrada de la escuela. Como prueba de ello exhibió una foto aérea que mostraba de hecho la escuela y el mortero. Pero al poco tiempo el oficial del ejército tuvo que admitir que la foto databa de más que un año atrás. En resumen: una falsificación. El oficial mentiroso adujo después de que “habían tirado contra nuestros soldados desde dentro de la escuela”. Apenas había pasado un día cuando el ejército tuvo que admitir ante el personal de la O.N.U que también eso era falso. Nadie había tirado desde dentro de la escuela, no había combatientes de Hamas allí, sino que estaba colmada de refugiados aterrorizados.
Pero la admisión no causó ninguna diferencia. A esa altura, el público israelí estaba totalmente convencido de que “tiraron desde dentro de la escuela”, y los relatores de la TV narraron esto como un simple hecho más.
Lo mismo pasó con las otras atrocidades. Cada bebé se transformó, en el acto de morir, en un terrorista de Hamas. Cada mezquita bombardeada se convirtió inmediatamente en una base de Hamas, cada edificio de apartamentos en un escondite de armas, cada escuela en un puesto de comando, cada edificio del gobierno civil en un “símbolo del gobierno de Hamas”. Así el ejército israelí conservó su pureza como “el ejército más moral del mundo”.
LA VERDAD es que las atrocidades son un resultado directo del plan de la guerra. Esto refleja la personalidad de Ehud Barak - hombre cuya manera de pensar y de actuar constituyen una clara evidencia de “insanía moral”, un desorden sociopático.
El objetivo verdadero, (aparte de ganar bancas en las elecciones que vienen) es terminar con el mandato de Hamas en la franja de Gaza. En la imaginación de los planificadores, Hamas es un invasor que ha ganado el control de un país extranjero. La realidad es, por supuesto, enteramente diferente.
El movimiento de Hamas obtuvo la mayoría de los votos en las elecciones eminentemente democráticas que tuvieron lugar en Cisjordania, Jerusalén oriental y la franja de Gaza. Ganó porque los palestinos habían llegado a la conclusión que el acercamiento pacífico de Fatah no había logrado nada de Israel - ni el congelamiento de los asentamientos, ni la liberación de los presos, ni algunos pasos significativos para terminar la ocupación y crear el estado palestino. Hamas se arraigó profundamente en la población - no sólo como movimiento de resistencia que lucha contra el ocupante extranjero, como el Irgún o el grupo Stern en el pasado - sino también como cuerpo político y religioso que proporciona servicios sociales, educativos y médicos.
Desde el punto de vista de la población, los combatientes de Hamas no son un cuerpo extranjero, sino los hijos de cada familia de la franja y de las otras regiones palestinas. “No se ocultan detrás de la población”, la población los ve como sus únicos defensores. Por lo tanto, toda la operación se basa en conclusiones erróneas. Convertir la vida en un infierno no hace que la población se rebele contra Hamas, sino que por el contrario, se une detrás de Hamas y refuerza su determinación de no rendirse. La población de Leningrado no se levantó contra Stalin, ni tampoco los londinenses se levantaron contra Churchill.
El que da la orden para una guerra con estos métodos en un área tan densamente poblada sabe que causará una matanza colosal de civiles. Eso al parecer no lo inmutó. O creyó que “cambiarían sus métodos” y les “quedaría grabado a fuego en sus memorias” de modo que en el futuro no se atreverían nunca más a resistir a Israel.
Una prioridad superior para los planificadores era la necesidad de reducir al mínimo las muertes entre los soldados propios, sabiendo que el humor de una parte importante de la población pro-guerra cambiaría cuando comenzaran a llegar los informes de soldados muertos. Eso es lo que sucedió en la primera y segunda guerras del Líbano.
Esta consideración desempeñó un papel especialmente importante porque la guerra entera es una parte de la campaña electoral . Ehud Barak, que creció en las encuestas en los primeros días de la guerra, sabía que se derrumbarían sus guarismos si las fotos de soldados muertos llenaran las pantallas de la TV. Por lo tanto, una nueva doctrina fue aplicada: evitar pérdidas entre nuestros soldados mediante la destrucción total en su trayectoria. Los planificadores no sólo estuvieron dispuestos a matar a 80 palestinos para ahorrar un soldado israelí, como ha sucedido, sino 800. Evitar muertes en nuestro lado es un mandamiento de aniquilación, que está causando números récord de víctimas civiles en el otro lado. Eso significa la opción consciente de una clase especialmente cruel de guerra - y ése ha sido su talón de Aquiles.
Una persona sin imaginación, como Barak (su lema de la elección: “No una persona agradable, sino un líder”) no puede imaginarse cómo la gente decente de todo el mundo reacciona frente a acciones como la matanza de familias enteras, la destrucción de casas sobre las cabezas de sus habitantes, las filas de niños y niñas en las lozas blancas listas para el entierro, los informes sobre la gente que se desangra hasta la muerte durante días porque no se permite a las ambulancias llegar, la matanza de médicos como un modo de ahorrar vidas, la matanza de los conductores de la O.N.U que traen alimento. Las imágenes de los hospitales, con los muertos y heridos tirados juntos en el piso ante la carencia de espacio, han provocado un shock. No hay argumento que valga al lado de una imagen de una pequeña muchacha herida tirada en el piso, retorciéndose de dolor y gritando: ¡“Mama! Mama!”
Los planificadores pensaron que podrían impedir que el mundo pudiera ver estas imágenes previniendo fuertemente la cobertura de prensa. Los periodistas israelíes, para su vergüenza, acordaron que bastaría con los informes y las fotos proporcionados por el portavoz del ejército, como si fueran noticias auténticas, mientras que ellos mismos quedaban a kilómetros de distancia de los acontecimientos. Tampoco se les permitió llegar a los periodistas extranjeros, hasta que protestaron y fueron llevados en viajes rápidos, en grupos seleccionados y supervisados. Pero en una guerra moderna, una visión manufacturada tan aséptica no puede excluir totalmente todo lo demás - las cámaras fotográficas están dentro de la franja, en el medio del infierno, y no pueden ser controladas. Aljazeera difunde las imágenes y llega a todos los hogares.
LA BATALLA por la imagen de la TV es una de las batallas decisivas de la guerra. Los centenares de millones de árabes de Mauritania a Iraq, más de mil millones de musulmanes de Nigeria a Indonesia observan las imagenes y se horrorizan. Esto tiene un impacto fuerte en la guerra. Muchos de los espectadores ven a los gobiernos de Egipto, de Jordania y de la autoridad palestina como colaboradores con Israel en estas atrocidades contra sus hermanos palestinos.
Los servicios de seguridad de los regímenes árabes están advirtiendo un fermento peligroso entre la gente. Hosny Mubarak, el líder árabe más expuesto debido a su cierre del cruce de Rafah a los refugiados aterrorizados, comenzó a ejercer presión sobre los responsables en Washington, que hasta entonces habían bloqueado todos los llamados a un alto el fuego. Éstos comenzaron a entender la amenaza para los intereses americanos vitales en el mundo árabe y cambiaron repentinamente su actitud - causando consternación entre los complacientes diplomáticos israelíes.
Personas con insanía moral no pueden realmente entender los motivos de las personas normales y deben imaginar sus reacciones. “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?” preguntó Stalin con desprecio. “¿Cuántas divisiones tiene la gente de conciencia?” puede que pregunte Ehud Barak.
Y sin embargo las tienen. No muy numerosas. No de muy rápida reacción. No muy fuertes ni organizadas. Pero en cierto momento, cuando desborden las atrocidades y las masas de manifestantes aparezcan, pueden decidir una guerra.
El error en la caracterización de la naturaleza de Hamas ha causado una equivocación en el establecimiento de objetivos alcanzables. No es sólo que Israel no sea capaz de ganar la guerra, sino que Hamas no puede perderla. Aunque el ejército israelí logre matar a cada combatiente de Hamas hasta el último, incluso entonces Hamas ganaría. Los combatientes de Hamas serían vistos como los ejemplos de la nación árabe, los héroes del pueblo palestino, modelos para la emulación de cada joven en el mundo árabe. Cisjordania caería en las manos de Hamas como una fruta madura, Fatah se ahogaría en un mar de desprecio, los regímenes árabes serían amenazados con derrumbarse.
Si la guerra termina con Hamas todavía activo, desangrado pero vigente, frente a la poderosa máquina militar israelí, parecerá una victoria fantástica, una victoria de la mente sobre la materia.
Lo que se quedará grabado a fuego para la consideración del mundo será la imagen de Israel como un monstruo manchado de sangre, listo en todo momento para cometer crímenes de guerra e incapaz de establecer límites morales a su accionar. Esto tendrá consecuencias severas para nuestro futuro a largo plazo, nuestra situación en el mundo, nuestra oportunidad de alcanzar la paz y la tranquilidad.
En el fondo, esta guerra es un crimen contra nosotros mismos también, un crimen contra el estado de Israel.
A continuación se transcribe la traducción.
¿Cuántas divisiones?
por Uri Avnery
10/01/09
Hace CASI SETENTA AÑOS, en el curso de la Segunda Guerra Mundial, un crimen atroz fue cometido en la ciudad de Leningrado. Durante más de mil días, una banda de extremistas llamados “ejército rojo” tomó como rehenes a millones de habitantes de la ciudad y provocó la represalia de la Wehrmacht alemana sobre los centros de la población. Los alemanes no tenían otra alternativa que bombardear a la población e imponer un bloqueo total, lo que causó la muerte de centenares de miles de personas.
Poco antes, un crimen similar fue cometido en Inglaterra. La banda de Churchill se ocultó entre la población de Londres, utilizando a millones de ciudadanos como escudo humano. Eso obligó a los alemanes a que enviaran su Luftwaffe y redujeran la ciudad a ruinas. Se llamó “el Blitz”.
Ésta es la descripción que ahora aparecería en los libros de historia si los alemanes hubieran ganado la guerra.
¿Absurdo? No más que las descripciones diarias en nuestros medios, que repiten hasta la náusea la consigna: los terroristas de Hamas utilizan a habitantes de Gaza como “rehenes” y explotan a las mujeres y a niños como “protectores humanos”, ellos no nos dejan otra alternativa fuera de los bombardeos masivos, en los cuales, con profundo dolor de nuestra parte, mueren o son heridos miles de hombres, mujeres y niños desarmados.
EN ESTA GUERRA, como en cualquier guerra moderna, la propaganda desempeña un papel importante. La disparidad de fuerzas entre el ejército israelí, con sus aeroplanos, helicópteros, buques de guerra, artillería y tanques, y los pocos miles de combatientes escasamente armados de Hamas, es de uno a mil, quizás uno a millón. En el terreno político el abismo entre ellos es incluso más ancho. Pero en la guerra de la propaganda, la brecha es casi infinita.
Casi todos los medios occidentales repitieron inicialmente el libreto israelí oficial. Ignoraron casi por completo el lado palestino de la historia, por no mencionar a las demostraciones diarias del campo israelí de la paz. La racionalidad del análisis del gobierno israelí (“el estado debe defender a sus ciudadanos contra los cohetes Qassam”) se ha aceptado como la única verdad. La visión desde el otro lado, de que los Qassams son una respuesta por el sitio a una población de un millón y medio de habitantes que mueren de hambre en la franja de Gaza, no fue siquiera mencionada.
Solamente cuando las horribles escenas de Gaza comenzaron a aparecer en las pantallas occidentales de la TV, la opinión pública mundial comenzó gradualmente a cambiar. En realidad, los canales de TV occidentales e israelíes mostraron solamente una fracción minúscula de los acontecimientos terribles que aparecen 24 por día en el canal árabe de Aljazeera, pero una foto de un bebé muerto en los brazos de su padre aterrorizado es más poderosa que mil declaraciones elegantes del portavoz israelí del ejército. Y eso es lo decisivo al final.
La guerra - toda guerra - es el reino de la mentira. En materia de propaganda, también llamada guerra psicológica, todos aceptan que es correcto mentir para su país. Cualquier persona que diga la verdad corre el riesgo de ser calificado de traidor. El problema es que la propaganda es muy convincente para el propagandista mismo. Y si usted se convence de que una mentira es verdad y que la falsificación es la realidad, entonces ya no puede tomar decisiones racionales.
Un ejemplo de este proceso aparece en torno a la atrocidad más impactante de esta guerra hasta ahora: el bombardeo de la escuela de la O.N.U Fakhura en el campo del refugiados de Jabaliya. Inmediatamente después que el incidente se conoció en todo el mundo, el ejército “reveló” que los combatientes de Hamas habían disparado morteros cerca de la entrada de la escuela. Como prueba de ello exhibió una foto aérea que mostraba de hecho la escuela y el mortero. Pero al poco tiempo el oficial del ejército tuvo que admitir que la foto databa de más que un año atrás. En resumen: una falsificación. El oficial mentiroso adujo después de que “habían tirado contra nuestros soldados desde dentro de la escuela”. Apenas había pasado un día cuando el ejército tuvo que admitir ante el personal de la O.N.U que también eso era falso. Nadie había tirado desde dentro de la escuela, no había combatientes de Hamas allí, sino que estaba colmada de refugiados aterrorizados.
Pero la admisión no causó ninguna diferencia. A esa altura, el público israelí estaba totalmente convencido de que “tiraron desde dentro de la escuela”, y los relatores de la TV narraron esto como un simple hecho más.
Lo mismo pasó con las otras atrocidades. Cada bebé se transformó, en el acto de morir, en un terrorista de Hamas. Cada mezquita bombardeada se convirtió inmediatamente en una base de Hamas, cada edificio de apartamentos en un escondite de armas, cada escuela en un puesto de comando, cada edificio del gobierno civil en un “símbolo del gobierno de Hamas”. Así el ejército israelí conservó su pureza como “el ejército más moral del mundo”.
LA VERDAD es que las atrocidades son un resultado directo del plan de la guerra. Esto refleja la personalidad de Ehud Barak - hombre cuya manera de pensar y de actuar constituyen una clara evidencia de “insanía moral”, un desorden sociopático.
El objetivo verdadero, (aparte de ganar bancas en las elecciones que vienen) es terminar con el mandato de Hamas en la franja de Gaza. En la imaginación de los planificadores, Hamas es un invasor que ha ganado el control de un país extranjero. La realidad es, por supuesto, enteramente diferente.
El movimiento de Hamas obtuvo la mayoría de los votos en las elecciones eminentemente democráticas que tuvieron lugar en Cisjordania, Jerusalén oriental y la franja de Gaza. Ganó porque los palestinos habían llegado a la conclusión que el acercamiento pacífico de Fatah no había logrado nada de Israel - ni el congelamiento de los asentamientos, ni la liberación de los presos, ni algunos pasos significativos para terminar la ocupación y crear el estado palestino. Hamas se arraigó profundamente en la población - no sólo como movimiento de resistencia que lucha contra el ocupante extranjero, como el Irgún o el grupo Stern en el pasado - sino también como cuerpo político y religioso que proporciona servicios sociales, educativos y médicos.
Desde el punto de vista de la población, los combatientes de Hamas no son un cuerpo extranjero, sino los hijos de cada familia de la franja y de las otras regiones palestinas. “No se ocultan detrás de la población”, la población los ve como sus únicos defensores. Por lo tanto, toda la operación se basa en conclusiones erróneas. Convertir la vida en un infierno no hace que la población se rebele contra Hamas, sino que por el contrario, se une detrás de Hamas y refuerza su determinación de no rendirse. La población de Leningrado no se levantó contra Stalin, ni tampoco los londinenses se levantaron contra Churchill.
El que da la orden para una guerra con estos métodos en un área tan densamente poblada sabe que causará una matanza colosal de civiles. Eso al parecer no lo inmutó. O creyó que “cambiarían sus métodos” y les “quedaría grabado a fuego en sus memorias” de modo que en el futuro no se atreverían nunca más a resistir a Israel.
Una prioridad superior para los planificadores era la necesidad de reducir al mínimo las muertes entre los soldados propios, sabiendo que el humor de una parte importante de la población pro-guerra cambiaría cuando comenzaran a llegar los informes de soldados muertos. Eso es lo que sucedió en la primera y segunda guerras del Líbano.
Esta consideración desempeñó un papel especialmente importante porque la guerra entera es una parte de la campaña electoral . Ehud Barak, que creció en las encuestas en los primeros días de la guerra, sabía que se derrumbarían sus guarismos si las fotos de soldados muertos llenaran las pantallas de la TV. Por lo tanto, una nueva doctrina fue aplicada: evitar pérdidas entre nuestros soldados mediante la destrucción total en su trayectoria. Los planificadores no sólo estuvieron dispuestos a matar a 80 palestinos para ahorrar un soldado israelí, como ha sucedido, sino 800. Evitar muertes en nuestro lado es un mandamiento de aniquilación, que está causando números récord de víctimas civiles en el otro lado. Eso significa la opción consciente de una clase especialmente cruel de guerra - y ése ha sido su talón de Aquiles.
Una persona sin imaginación, como Barak (su lema de la elección: “No una persona agradable, sino un líder”) no puede imaginarse cómo la gente decente de todo el mundo reacciona frente a acciones como la matanza de familias enteras, la destrucción de casas sobre las cabezas de sus habitantes, las filas de niños y niñas en las lozas blancas listas para el entierro, los informes sobre la gente que se desangra hasta la muerte durante días porque no se permite a las ambulancias llegar, la matanza de médicos como un modo de ahorrar vidas, la matanza de los conductores de la O.N.U que traen alimento. Las imágenes de los hospitales, con los muertos y heridos tirados juntos en el piso ante la carencia de espacio, han provocado un shock. No hay argumento que valga al lado de una imagen de una pequeña muchacha herida tirada en el piso, retorciéndose de dolor y gritando: ¡“Mama! Mama!”
Los planificadores pensaron que podrían impedir que el mundo pudiera ver estas imágenes previniendo fuertemente la cobertura de prensa. Los periodistas israelíes, para su vergüenza, acordaron que bastaría con los informes y las fotos proporcionados por el portavoz del ejército, como si fueran noticias auténticas, mientras que ellos mismos quedaban a kilómetros de distancia de los acontecimientos. Tampoco se les permitió llegar a los periodistas extranjeros, hasta que protestaron y fueron llevados en viajes rápidos, en grupos seleccionados y supervisados. Pero en una guerra moderna, una visión manufacturada tan aséptica no puede excluir totalmente todo lo demás - las cámaras fotográficas están dentro de la franja, en el medio del infierno, y no pueden ser controladas. Aljazeera difunde las imágenes y llega a todos los hogares.
LA BATALLA por la imagen de la TV es una de las batallas decisivas de la guerra. Los centenares de millones de árabes de Mauritania a Iraq, más de mil millones de musulmanes de Nigeria a Indonesia observan las imagenes y se horrorizan. Esto tiene un impacto fuerte en la guerra. Muchos de los espectadores ven a los gobiernos de Egipto, de Jordania y de la autoridad palestina como colaboradores con Israel en estas atrocidades contra sus hermanos palestinos.
Los servicios de seguridad de los regímenes árabes están advirtiendo un fermento peligroso entre la gente. Hosny Mubarak, el líder árabe más expuesto debido a su cierre del cruce de Rafah a los refugiados aterrorizados, comenzó a ejercer presión sobre los responsables en Washington, que hasta entonces habían bloqueado todos los llamados a un alto el fuego. Éstos comenzaron a entender la amenaza para los intereses americanos vitales en el mundo árabe y cambiaron repentinamente su actitud - causando consternación entre los complacientes diplomáticos israelíes.
Personas con insanía moral no pueden realmente entender los motivos de las personas normales y deben imaginar sus reacciones. “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?” preguntó Stalin con desprecio. “¿Cuántas divisiones tiene la gente de conciencia?” puede que pregunte Ehud Barak.
Y sin embargo las tienen. No muy numerosas. No de muy rápida reacción. No muy fuertes ni organizadas. Pero en cierto momento, cuando desborden las atrocidades y las masas de manifestantes aparezcan, pueden decidir una guerra.
El error en la caracterización de la naturaleza de Hamas ha causado una equivocación en el establecimiento de objetivos alcanzables. No es sólo que Israel no sea capaz de ganar la guerra, sino que Hamas no puede perderla. Aunque el ejército israelí logre matar a cada combatiente de Hamas hasta el último, incluso entonces Hamas ganaría. Los combatientes de Hamas serían vistos como los ejemplos de la nación árabe, los héroes del pueblo palestino, modelos para la emulación de cada joven en el mundo árabe. Cisjordania caería en las manos de Hamas como una fruta madura, Fatah se ahogaría en un mar de desprecio, los regímenes árabes serían amenazados con derrumbarse.
Si la guerra termina con Hamas todavía activo, desangrado pero vigente, frente a la poderosa máquina militar israelí, parecerá una victoria fantástica, una victoria de la mente sobre la materia.
Lo que se quedará grabado a fuego para la consideración del mundo será la imagen de Israel como un monstruo manchado de sangre, listo en todo momento para cometer crímenes de guerra e incapaz de establecer límites morales a su accionar. Esto tendrá consecuencias severas para nuestro futuro a largo plazo, nuestra situación en el mundo, nuestra oportunidad de alcanzar la paz y la tranquilidad.
En el fondo, esta guerra es un crimen contra nosotros mismos también, un crimen contra el estado de Israel.
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