Discurso del President de la Generalitat de Catalunya después del juicio contra los dirigentes independentistas



Parlamento de Cataluña, 17 de octubre de 2019
Estimadas diputadas y diputados,
Honestidad. Este es el valor más preciado de las personas. Podemos ser mejores o más malos, más rápidos o más lentos, más atrevidos o más miedosos. Pero lo que yo quiero preservar para siempre es la honestidad. El día que, para hacer lo que quiero, tenga que dejar ser honesto, ese día no podré continuar. El día que no pueda explicarme con sinceridad al pueblo de Cataluña, ese día no podré continuar.
Y digo esto porque estamos en un momento importante para nuestro país. Muy importante.
Esta semana comenzó el lunes con la noticia de una sentencia que no se debería de haber escrito nunca. Una sentencia que es el resultado de una gran farsa que sólo tenía un objetivo: venganza y escarmiento. El Estado español no digirió correctamente el estallido de democracia y la expresión cívica y digna de un pueblo que se sabía libre aquel Primero de Octubre de hace dos años.
Aquella victoria de la voluntad popular por encima de la amenaza, la intimidación y, finalmente, la fuerza y la violencia desbordada fue el preludio de una ola de represión que aún no ha terminado. La cárcel, el exilio, las multas, las amenazas constantes, las condenas preventivas ... todo ha ido componiendo un paisaje devastador para la democracia y los derechos humanos, civiles y políticos en España. El Reino de España, lejos de responder a una demanda legítima y democrática con el diálogo y el voto, ha respondido con el código penal y la represión. Y es así como se ha alejado de los estándares democráticos de los Estados de nuestro entorno.
Ahora, dos años después de encarcelar dos líderes civiles pacíficos y demócratas incuestionables, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, ya tenemos una sentencia infame que los condena a ellos y a la presidenta de este Parlamento y seis miembros del Gobierno a muchos años de prisión. Es una sentencia que entierra los fundamentos del Derecho por muchos años. Con la sentencia, hemos pasado de un Estado de Derecho en la aplicación de un Derecho de Estado contra la disidencia, que tan sólo se basa en la sagrada unidad de España.
Es una sentencia que no sólo nos condena a todos a vivir bajo las cadenas de una Constitución que ha quedado vieja y caduca porque ya nació coja y condicionada por un régimen que nunca ha acabado de morir, como vemos estos días, sino que, además, limita a partir de ahora de manera vergonzante muchos de los derechos que a tantas y tantas generaciones de catalanes y españoles antes nuestro había costado conquistar.
Con Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, condenados a 9 años de prisión cada uno, Josep Rull y Joaquim Forn han sido condenados a 10 años y 6 meses de reclusión. Y Carmen Forcadell, casi todos los que estáis aquí la conocéis y sabéis que tan sólo os dejó debatir sin limitaciones impuestas, ha sido condenada a 11 años y medio de prisión. Dolors Bassa, Jordi Turull y Raül Romeva, a 12 años de privación de libertad. Y Oriol Junqueras, a 13 años entre rejas. 100 años en total.
¿Somos conscientes, de la gravedad que todo esto supone? ¿Alguien de vosotros puede aceptar esta venganza cruel e injusta sin tener remordimientos? ¿Estáis seguros de que no es la hora de dar un paso adelante y decir que ya es suficiente? No hay que ser independentista, ni soberanista ni siquiera catalanista, para ver que esto es una vergüenza inaguantable.
Sólo con tener un poco de sentido de la justicia, ya debería ser suficiente.
¿Sabéis qué pasa? Que este juicio, este proceso aparentemente judicial, acabará condenado en los tribunales europeos algún día. Entonces, se destaparán todas las vulneraciones procesales y todas las mentiras que se han impuesto. Se demostrará que el juicio fue una escenificación para ir confirmando una sentencia que ya estaba escrita.
Todo esto pasará, pero nuestros compañeros y compañeras, personas inocentes y pacíficas, demócratas y honorables, ya habrán sufrido años sin poder estar con sus hijos, sus padres y hermanos, y con todas las personas queridas. Aunque se acabe haciendo justicia, el daño ya se habrá hecho. Estos años de prisión ya no se los devolverá nadie.
Entiendo que todos vosotros, todos los que estamos aquí, queremos que nuestros objetivos políticos triunfen. Es legítimo. Es normal. Pero no hay ningún proyecto político, por legítimo que sea, que merezca cerrar nadie en prisión para ganar. Esto no es legítimo.
La represión para ahogar un movimiento político democrático y pacífico no es legítima. Además, los que utilizan la represión para ganar a sus adversarios hacen perder toda legitimidad a su proyecto político.
En democracia, más que en ningún otro régimen, hay que ser valiente. Porque hay que defender proyectos, las propuestas y las ideas sin utilizar atajos. Sin imponer, con la palabra y con la única fuerza de los votos. Sabiendo que puedes perder si no tienes la confianza o el apoyo de la gente. Porque es la gente quien te da la confianza para sacar o no adelante tus proyectos políticos.
Es demasiado fácil -y es una falsa pretensión querer ganar imponiendo y reprimiendo. ¡Dejad de reprimir, perseguir, judicializar! ¡Sean fuertes!
Por eso comparezco hoy ante vosotros con consternación e indignación. Como miles, como millones de catalanes sienten y viven ahora mismo la reacción a las sentencias. Este es un momento grave para el país.
Consternados e indignados, como han vivido el juicio estos últimos dos años senadores y diputados de varios países europeos que han firmado manifiestos y han alzado la voz contra este juicio farsa. Y premios Nobel de la Paz, escritores e intelectuales de todo el mundo y de las principales organizaciones de derechos humanos. Como la Oficina del Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos o la Organización Mundial contra la Tortura.
O entidades como la American Political Science Association, que representa más de 10.000 profesores universitarios americanos, o la Asociación Internacional de Abogados Demócratas.
Y no puedo olvidar los más de 500 parlamentarios y ex parlamentarios de 25 países que firmaron un manifiesto pidiendo la puesta en libertad de Carmen Forcadell. O el PEN Club International, la asociación Abogados Europeos Demócratas o la Comisión Internacional de Juristas.
Hasta llegar al Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de las Naciones Unidas, que exigió la liberación inmediata de los presos políticos catalanes.
El coste por la reputación de la democracia española ha sido enorme. el Consejo de Europa ha abierto recientemente una investigación en España y Turquía sobre la utilización de la justicia contra los políticos disidentes que cuestionan el poder y el statu quo. ¡El Consejo de Europa!
Y sólo hay que ver la información que los medios internacionales están destacando para darse cuenta de la pendiente por el que se ha adentrado sin frenos España. ¿Un ejemplo? El editorial del Financial Times del martes. Demoledor.
Esta sentencia nos llega después de los golpes represivos del otoño del 17, luego los meses de suspensión democrática propiciada por la alianza del 155 entre el Partido Popular, el Partido Socialista y Ciudadanos, tras amenazas, querellas, impugnaciones, prohibiciones y suspensiones y después de una brutal represión y la involución autoritaria del Estado.
Estos últimos días, hemos tenido que ver cómo el Estado español ha desplegado un enorme dispositivo en Cataluña para detener de nuevo a independentistas y encerrarlos con prisión incondicional -de manera irregular, tal como denuncian los abogados de Alerta Solidaria, en un sumario secreto que es filtrado a conveniencia con el objetivo de ir implementando un relato falso, según el cual el independentismo es violento.
Hemos tenido que ver el despliegue de militares y guardias civiles en Cataluña ordenado por el Gobierno de Sánchez con un claro objetivo intimidatorio, las declaraciones del general de la Guardia Civil amenazándonos, además de tener que aguantar las continuas apelaciones de la práctica totalidad de los políticos españoles a la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional, o ya directamente al artículo 155 de manera constante, diaria.
Pues no. No aceptamos la sentencia de la ignominia. La rechazamos. Porque con esta sentencia no se han condenado a nuestros representantes políticos y sociales, con esta sentencia han condenado la democracia y han condenado a más de dos millones de personas que participamos en ese referéndum.
Esta sentencia es, además, un ataque directo al ejercicio de los derechos fundamentales de las personas y es el golpe a la democracia más importante que ha tenido lugar desde 1978.
Esta sentencia vulnera los derechos de reunión y manifestación, de asociación, de expresión y de opinión, de pensamiento, de participación política, de no discriminación y el derecho a la libertad.
Pues sí. Cada derecho prohibido, habrá que volver a ejercer. Cada libertad amordazada, habrá que volver ser defendida.
Si para poner las urnas para la autodeterminación nos condenan a 100 años de prisión, la respuesta es clara: se deberán volver a poner urnas para la autodeterminación.
Uno de los pocos placeres que todavía me permito es leer un rato antes de ir a dormir. Estos días leo la biografía de Václav Havel, un político que, supongo que como la mayoría de vosotros, admiro mucho.
Otras veces he citado a Havel, que encabezó la Revolución de Terciopelo checa y fue uno de los líderes europeos del movimiento por los derechos civiles, la no violencia y la resistencia civil. Havel defendía que "hay que vivir en la verdad", en tanto que acto de resistencia, de rebelión contra la mentira de la que el mismo poder totalitario es prisionero. Vivir en la verdad permite a los ciudadanos crear una situación que confunde todo régimen y lo hace reaccionar de manera inadecuada. Para Havel, el poder que tiene "la vida en la verdad" es el poder de acabar con las estructuras represivas, es el poder de reencontrar la identidad y la dignidad reprimida. Y este enorme poder radica en el seno de cada persona.
Y estos son días, estas son horas, para vivir en la verdad.
Desde que el pasado lunes se hizo pública la sentencia que condena nuestros líderes a penas de prisión de 100 años, he podido expresar en la Declaración Institucional hecha en el Palau de la Generalitat el rechazo y la no aceptación de la sentencia.
Otra vez hemos apelado, inútilmente, al diálogo con el presidente en funciones del Gobierno español.
A pesar de la negativa reiterada del Estado, siempre hemos estado dispuestos a hablar y a dialogar sobre este conflicto político que hay que resolver, hoy más que nunca, políticamente.
Hoy apelo, de nuevo, el presidente Sánchez encarar el conflicto como lo hacen las democracias: hablando y dando voz a la ciudadanía. Porque ni la unidad de España ni la independencia de Cataluña pueden servir como excusa para vulnerar los derechos de la población ni los de sus representantes políticos.
Pero si nuestros compañeros han sido declarados culpables, yo también lo soy. Y por eso, tal como anuncié a los miembros del Gobierno, he decidido autoinculparme: yo también soy autor de este falso delito que se les ha imputado. Y espero que todos aquellos miembros de esta Cámara que sienten herido su anhelo de justicia, hagan lo mismo.
También, como presidente de Cataluña, me he dirigido por carta a todos los presidentes y primeros ministros de la Unión Europea, el G-20 y la EFTA para explicarles la condena por sedición y malversación a nuestros líderes sociales y políticos.
En esta misma línea, el consejero de Acción Exterior, Alfred Bosch, ha iniciado una gira y enviará cartas a los ministros de asuntos exteriores de estos mismos países. No nos detendremos para difundir al mundo las decisiones del Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de las Naciones Unidas, que exige la puesta en libertad inmediata de los presos políticos catalanes.
Debemos vivir en la verdad. Y no en los miedos ni en las amenazas.
Ayer se produjo otro hecho gravísimo. Varias de las resoluciones aprobadas por la mayoría absoluta de la Cámara fueron suspendidas por el TC. Todas las referentes al derecho de autodeterminación. Todos los miembros de la Mesa, el Gobierno y yo mismo hemos sido requeridos por el propio Tribunal Constitucional el cual nos ha apercibido de “las eventuales Responsabilidades, incluida la penal, en las que podemos incurrir".
Es decir, el Tribunal Constitucional pretende que en la Cámara donde reside la soberanía los catalanes no se pueda hablar del derecho de autodeterminación.
Pues tenemos que vivir en la verdad, y la verdad es que en esta cámara volveremos a hablar, debatir y discutir del derecho de autodeterminación y que, de ninguna manera, ningún Tribunal impedirá a este presidente de Cataluña seguir impulsando todas las iniciativas que crea convenientes sobre el derecho de autodeterminación de Cataluña.
No nos podemos permitir ni un paso atrás en la defensa de nuestro derecho inalienable a la autodeterminación. Yo no pienso permitirlo. Y apelo también a todos los diputados de la Cámara, no sólo los independentistas, a reaccionar contra esta vulneración de la libertad de expresión, de la inviolabilidad parlamentaria y de nuestro derecho como pueblo a decidir nuestro futuro.
No nos pueden vencer ni el miedo ni las amenazas ni las inhabilitaciones, ni lo que sea. Está la dignidad de Cataluña en juego en esta cuestión del derecho de autodeterminación. Y con la dignidad de Cataluña no se juega.
Esta es la realidad triste y penosa donde ha llegado al Estado español por no querer reconocer que los pueblos, la gente, tiene derecho de escoger su futuro votando de manera libre.
Y de esta realidad triste y penosa debemos salir con determinación. Sin excusas y sin perder el tiempo.
De entrada, debemos hacerlo de manera pacífica, la única vía que tenemos los catalanes para avanzar en la independencia. La única.
Como hice anoche, quiero hacer un llamamiento a la calma, a la serenidad y al civismo.
Nosotros, los independentistas, no nos reconocemos en la violencia. No es nuestro lenguaje. La rechazamos como la hemos rechazado siempre. No nos representa. Rechazamos y condenamos todas las violencias, vengan de donde vengan y pretendan justificarse como quieran.
Nunca hemos tenido ningún reparo ni ninguna inquietud a la hora de condenar la violencia siempre que se ha producido. De hecho, siempre hemos sido los primeros de hacerlo. Aquí hay grupos que no lo han hecho cuando la violencia se ha dirigido contra independentistas o contra personas que participaban en un referéndum. Hay varios grupos aquí, en esta Cámara, que no han condenado la violencia del 1 de octubre.
Por lo tanto, que no nos vengan a exigir ni a dar lecciones sobre la violencia. Sabemos perfectamente qué es, porque siempre la hemos rechazada.
El movimiento independentista, los demócratas de este país que rechazan la sentencia y quieren salir a la calle a expresarlo, lo harán siempre con serenidad, firmeza, civismo y determinación. Somos gente de paz y estamos tozudamente alzados.
Y rechazamos cualquier brote de violencia que se produzca. Si hay provocadores y agitadores que quieren cambiar el rumbo de las movilizaciones pacíficas, hay que aislarlos y apartarlos.
Habrá que investigar hasta el fondo para saber quién está detrás de estos incidentes.
Pero que nadie intente mezclar las cosas, que nadie quiera criminalizar la desobediencia civil. Porque la desobediencia civil no violenta es un camino legítimo para defender los derechos negados. Es el camino que usaron Gandhi, Martin Luther King, Rosa Parks, y muchos otros líderes y movimientos por los derechos civiles de la población.
A algunos les debería dar vergüenza mezclar la desobediencia civil con la violencia.
Y todo esto lo tenemos que hacer en un país con una policía nacional, los Mossos, que deben hacer su trabajo y su misión principal: proteger a la población de las amenazas y garantizar que esta ciudadanía pueda vivir con sus derechos y libertades respetados.
Necesitamos que nuestra policía, que tiene todo mi apoyo y reconocimiento, sea escrupulosa y ejemplar en el cumplimiento de su misión. No nos podemos permitir vulneración de los protocolos de actuación establecidos: mediación, proporcionalidad, evitar daños mayores. Confío en ellos.
Como ayer dijo el consejero Buch: "Nosotros estaremos para reconocer su trabajo cuando lo hacen bien, como suele ser siempre y ha demostrado el cuerpo de Mossos de Escuadra. Pero también estaremos cuando no sea así. Para exigir responsabilidad y el cumplimiento de los principios de actuación policial legalmente establecidos”.
Por ello, he pedido al consejero Buch investigar cualquier situación irregular que se haya podido producir, y hacer la autocrítica cuando sea necesario. Y ahora es un momento que hay que hacerlo. Se han producido imágenes y situaciones que no nos han gustado a nadie. Y, si no hiciéramos un ejercicio de revisión y reparación, no estaríamos haciendo ningún favor a un cuerpo de agentes que dedican su vida a servirnos, muy a menudo arriesgando su integridad física para protegernos.
Los Mossos son una de las instituciones mejor valoradas del país. Y es bueno que siga siendo así. Tiene que ser así. Es de interés de todos de preservar esta valoración y, por ello, no debemos tener inconveniente en mejorar siempre cualquier aspecto que se pueda mejorar.
Saben que me tienen a su lado por eso también. Los he visto trabajar, he podido hablar en las comisarías, y suerte tenemos del trabajo que hacen cada día del año.
Como decía, estamos en una situación triste y penosa. Un Estado que se dice democrático y de derecho se dedica a vulnerar derechos ya saltarse principios tan fundamentales como la separación de poderes. Y es en este marco donde debemos avanzar precisamente para superarlo.
Siempre dije que haría mi propuesta de cómo continuar, llegado el punto de inflexión de las sentencias.
Quisiera recordar que ya en mi discurso de investidura anuncié que esta legislatura iba de la restitución a la Constitución. La mayoría de la cámara me dio su confianza y por eso me presento hoy, aquí, como presidente de Cataluña.
Nunca he engañado a nadie. Ni cuando anuncié que votaríamos que no a los presupuestos de Pedro Sánchez ya su investidura si no se reconocía la voluntad de avanzar en el diálogo para el ejercicio del derecho de autodeterminación.
Pues mi propuesta se concreta a través de una vía internacional y de dos herramientas:
En primer lugar, necesitamos seguir la vía de la internacionalización. El Consejo para la República, con el Muy Honorable presidente Puigdemont a la cabeza, es una entidad  valiosísima. Su papel debe ser capital y lo estamos viendo cuando, como hace pocos días, convocaba la Asamblea de Cargos Electos.
En nuestro país, por otra parte, tendremos dos herramientas y también un motor que deben convertirse fundamentales, sobre las que pivoteará la iniciativa los próximos meses.
El motor debe ser un presupuesto para el 2020 que sea palanca del cambio social, con 2.500 millones más que permitirán hacer un programa de choque ambicioso a favor de las personas que más lo necesitan. Necesitamos este presupuesto para avanzar y para hacer avanzar todos.
Pero ¿qué otras herramientas tenemos?
En primer lugar, tenemos en marcha un Debate Constituyente que se está produciendo desde la sociedad civil, y que aprovecho la ocasión para agradecer una vez más a Lluís Llach su compromiso formidable. Se trata de un proyecto que ya tiene un nivel de participación altísimo y que debe convertirse en una llave para abrir puertas republicanas.
En la primavera del próximo año, de 2020, el Debate Constituyente podrá consolidar unas propuestas que sirvan de guía para la elaboración de una Constitución republicana. Como se ha demostrado hasta ahora, será la fuerza de la gente, la participación, y esta capacidad de apoderamiento que tenemos, lo que hará que el Debate Constituyente sea un éxito y dé una fuerza completa a sus conclusiones.
Repito: en primavera, tendremos ya una propuesta. Animo a la ciudadanía a participar, a debatir, a construir, a escribir ella misma su futuro.
Y, por otro lado, tenemos una base muy importante para avanzar conjuntamente partidos y entidades hacia el ejercicio del derecho de autodeterminación, la exigencia de amnistía y la defensa de los derechos civiles y políticos. Es, debe ser, el Acuerdo Nacional que la mayoría absoluta de esta cámara aprobó impulsar en una resolución del Debate de Política General.
Un gran acuerdo de país por la autodeterminación, los derechos civiles y políticos y la amnistía, abierto a todos los agentes políticos, sociales y culturales de Cataluña, que agrupe todas las fuerzas partidarias de la democracia, con los siguientes objetivos:
1. Asentar los consensos necesarios para lograr la amnistía de todas las personas perseguidas por el ejercicio de sus derechos políticos, civiles y sociales
2. Fijar las vías para concretar el ejercicio del derecho de autodeterminación en el plazo más breve posible
Resolución aprobada por mayoría absoluta del mismo.
En cumplimiento de esta resolución, debemos encontrarnos partidos y entidades para trazar el rumbo hacia la República independiente. Celebro que hubiera esta votación conjunta y esta voluntad amplia, plural, integradora. Seguro que cada grupo político podrá aportar lo mejor de su tradición política: la CUP, Izquierda, Juntos por Cataluña y cualquier otro actor político que quiera participar, o cualquier otra entidad que quiera estar presente.
Pero tenemos un deber inmenso: fijar las vías para concretar el ejercicio del derecho de autodeterminación en el plazo más breve posible. Y, en el marco de este Acuerdo Nacional, yo defenderé que en esta legislatura acabe volviendo a ejercer el derecho de autodeterminación.
Ahora se trata de conseguirlo, ya no sólo intentarlo. Todos sabemos las dificultades que nos imponen la represión y el miedo. Pero debemos seguir adelante y no dejarnos intimidar por las amenazas y las prohibiciones. Todos tenemos que hacer este esfuerzo y asumir el compromiso.
Esta legislatura, si entre todos los partidos y organizaciones lo hacemos posible, debemos poderla finalizar validando la independencia. Esta es mi propuesta para un país que siempre está y que no deja de demostrar su determinación y constancia.
No les podemos fallar. Nosotros no podemos no estar a la altura de la gente que estos días y siempre ha vuelto a salir ya mojarse por la libertad, la justicia y la democracia.
No podemos continuar en esta jaula que no deja nunca de añadir nuevos barrotes.
Antes les he hablado de la honestidad. Y acabo hablándoles de la verdad. De decir siempre la verdad. Yo quiero vivir así. No quiero engañar a nadie. No lo he hecho hasta ahora y no lo pienso hacer. Yo creo que en esta cámara tenemos que decir siempre la verdad. Es nuestra obligación, es nuestro deber y responsabilidad, y es lo que espera la ciudadanía de nosotros. el día que no pueda vivir en la verdad, se lo diré.
Serenidad, firmeza, determinación y no-violencia.
Y sobre todo, nada ni nadie nos debe hacer perder la capacidad de avanzar. Adelante, siempre adelante.
Muchas gracias.

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