Cristina, ¡¡¡Qué momento!!!

Todavía suenan en los oídos de quienes lo escucharon, el discurso de la presidenta del jueves pasado en José C. Paz.

Era la inauguración de un mercado. Pero no habló de comercio, ni de abastecimiento, ni de mercados concentradores. Pero en fin, a eso ya nos tiene acostumbrados. Habló de lo que ella quiso. Porque más allá del protocolo y de la circunstancia, quién mejor que ella para decir lo que el pueblo necesita escuchar. Quién mejor que ella para hablar de lo que realmente importa.

Y así fue. Habló del sacrificio que representa para ella el cargo que ostenta.

Eso es lo que importa. Que no nos olvidemos de lo mucho que le debemos a ella, y sobre todo, como si fuera una auténtica “Idishe Mame”, (lo que demuestra su amplitud de espíritu siendo ella tan católica), para que pensemos en qué será de nosotros cuando ella no esté ocupándose de todo.

No faltarán los desagradecidos que piensen que no era eso lo que quiso decir. Los que crean que, simplemente, lo que Cristina quería era que todos le digamos a viva voz que siga, que lo haga por nosotros, que no hay nadie que pueda hacerlo mejor que ella, que siga siendo nuestra presidenta.

Y que a partir del clamor popular fervoroso, insistente y creciente, desde ahora y hasta el último día de inscripción de candidatos a presidente, todos los dirigentes políticos, sindicales, empresarios, culturales, de derechos humanos, todos menos los esbirros del monopolio y los agentes de la dictadura, desfilen a diario frente a su despacho o frente a los micrófonos de algún medio de los buenos, haciéndose eco del clamor popular.

¡Cosa de mala gente eso de hacer dobles lecturas de unas palabras tan sentidas y tan emocionadas!

¡Hay que ser retorcido para suponer siquiera por un instante que Cristina sea capaz de caer tan bajo como para usar con segundas intenciones el ejemplo de vida y de militancia de Néstor!

El, que dejó todo, hasta su último aliento, hasta su corazón, literalmente, para consolidar el “modelo”, incluso cuando no tenía otro cargo público que el de ser uno entre 254 diputados, pero estaba en el día a día cuidando con amor los frutos de tanto esfuerzo compartido con su compañera de vida y de militancia. ¿Alguien puede suponer que Cristina vaya a usar esa imagen sagrada para presionar a los políticos, a los gobernadores, a los intendentes y a los sindicalistas para imponerles decisiones o candidatos en las listas?

Cuando dijo que ella ya lo había dado todo, y que no se muere por seguir siendo presidenta, no tenía ninguna segunda intención. Nos estaba llamando la atención ante nuestra propia incapacidad para reemplazarla. Como ella ya no tiene nada más para dar, y nosotros no tenemos nada que ofrecer, ella se tiene que quedar por nosotros, porque nosotros sin ella no somos nada.

Esto nos debería llevar a hacer un acto de contrición y no solo pedirle que siga, cosa que ya dijimos, sino además que nos perdone por ser tan incapaces al seguir necesitando de ella cuando ya no tiene nada más para dar.

Estamos advertidos, entonces, que no podemos esperar, ni pedir, nada más de lo que ya tenemos. Que Sabatella no se haga ilusiones con esa cantinela de que esto es un piso y no un techo. Que lea bien la realidad, ahora que lo dejamos tener una lista colectora con su intrascendente candidatura a gobernador. Que sepan todos que si esto empeora, no va a ser culpa de Ella, que ya no tiene nada más para dar.

Sabemos, desde hace mucho tiempo, que ella no está ahí para llevarse nada, sino para darlo todo.

Ella y Néstor ya tenían todo lo necesario: dinero, propiedades, tierras a las cuales le habían agregado un importante valor. Prueba de ello es que cuando las vendieron, lo hicieron por un valor muy superior al de adquisición, lo que es un ejemplo de laboriosidad y de inteligencia. Esas tierras que cuando pertenecían al estado de la Provincia de Santa Cruz no valían nada, cuando pasaron a manos de Néstor y Cristina multiplicaron su valor varias veces, como sucede en un país capitalista normal, en el que los empresarios tienen que ganar mucha plata y repartir también mucha plata, para que todos sean felices.

Por eso les dijo, a los empresarios y a los sindicalistas, que no exploten y que no extorsionen. En el país en el que todos queremos vivir, los empresarios ganan mucha plata sin explotar a los trabajadores, y los trabajadores no tienen motivos para aprovecharse del poder que a veces tienen, para extorsionar a toda la población.

Pero Cristina no se quedó con eso. Nos iluminó con esta verdad: cuando los sindicatos sólo se preocupan por sus afiliados, se transforman en corporaciones.

A ver si entendemos de una vez por todas que los sindicatos, en este modelo, no tienen que preocuparse por sus afiliados. Tienen que preocuparse por la suerte del gobierno, y de la Presidenta, fuente de los beneficios de sus afiliados.

Con este modelo, si los trabajadores tienen lo que tienen, es porque el gobierno se los dio, con su sensibilidad y sus acertadas decisiones. No lo consiguieron con la organización. Ni porque sea su derecho. No va más eso de que los derechos se persiguen, se conquistan, se defienden, y hasta a veces, hay que morir por ellos.

No señores. Nada de eso. Los sindicatos tienen que tener una correcta visión política y ser un apéndice del estado. Y mucho más cuando hay un gobierno como el de Cristina, que les da lo justo.

¡Qué fifty fifty ni qué ocho cuartos! Tienen lo que corresponde y no jodan más. ¿Cómo es eso de que “después de Perón y Evita, Néstor y Cristina son los que más hicieron por los trabajadores? ¿Cómo que “después”?

Cuando vivía Néstor, cada día, pedía los datos de las exportaciones, de los saldos del tesoro, de las reservas del banco central, y decidía cuánto le correspondía a la clase trabajadora en el ingreso nacional. Porque era un gran calculador. Ahora, en un salto de calidad, con su incomparable capacidad intelectual, lo define Cristina, sin datos. Ella no los necesita. A lo sumo necesita una sonrisa de Boudou, pero sólo para inspirarse, para tener un poco de alegría. Al INDEC lo puede manejar Moreno, que es un Leal. Los datos no importan, importa la sabiduría de la conducción.

Por eso los sindicatos tienen que ser funcionales al gobierno y no a sus afiliados. Es compatible que se queden con algún vuelto en las obras sociales. Eso no traba la gestión. Pero de ninguna manera puede haber varias centrales sindicales. Y mucho menos que elijan a su conducción por el voto directo de sus afiliados. ¿Qué importan los votos de 1.250.000 afiliados a la CTA contra los 40 millones de argentinos para los que trabaja Cristina? Es mucho mejor romper la CTA antes que pueda dificultar el manejo de la conflictividad social al gobierno. ¿Hay algo más racional que hacer lo que el gobierno quiere, cuando es el gobierno el que les da a los trabajadores lo que necesitan?

Cristina está por encima de las clases sociales. Ella sabe cuáles son los intereses de la Nación, los interpreta. Ella conduce sus destinos y por eso no hacen falta ni organizaciones sociales ni organizaciones políticas. Hacen falta hombres y mujeres que puedan desarrollar sus ideas. No importa su pasado si están con ella. No importa su ideología si son leales. Leales como Mario Iishi. Disciplinados como Daniel Scioli. Ejecutivos como Gioja. Buenos mozos, aunque malos maridos como Capitanich. Inteligentes, aunque tilingos como Boudou.

Y los jóvenes, esos son los mejores. Son los que mejor han entendido el mensaje. No pretenden transformar la sociedad. No pretenden que se acaben los explotadores y los explotados. No disputan con los viejos dirigentes, ni les echan en cara su pasado, ni sus métodos. Nada de eso. Forman en fila esperando que la conducción les indique en qué lugar les corresponde aportar para el proyecto. Puede ser como directores de una compañía aérea renacionalizada, puede ser como directores por parte del estado en las empresas privadas en las que la ANSeS tiene acciones. La Juventud Sindical ya no es mala palabra. La JTP es un mal recuerdo de lo que jamás debió ocurrir. Se colabora con el modelo desde algún puesto de gestión, allí donde el modelo nos necesite. Como diputados, senadores o embajadores. Muchos adultos deberían aprender de estos jóvenes que canalizan sus rebeldías con dibujos del Eternauta y con banderas de “La Cámpora”, y no cometen los errores de nuestra generación, que tan caro se pagaron.

¡Qué discurso el de Cristina! ¡Qué emocionante! ¡Cuántas verdades!

¡Por favor que no se vaya!

¡Y qué responsabilidad la de Cristina! Saber que, tal como están la oposición y el oficialismo, si ella no fuese candidata, no habría nadie capaz de hacerse cargo del gobierno nacional.

¿Será eso una crisis política?

Si hay una crisis política con tan buen gobierno y con tan mala oposición, ¿de quién será la responsabilidad?

¡Qué responsabilidad la de Cristina!

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