El domingo 8/3 perdió Kirchner en Catamarca. El cambio político ya habia perdido antes.

El domingo 8 de marzo de 2009 se celebraron elecciones legislativas provinciales en Catamarca. De un lado el ganador, Brizuela del Moral y su Frente Cívico. De otro lado el perdedor: Néstor Kirchner y su alianza con Ramón Saadi y con Luis Barrionuevo, dos de sus principales opositores internos.

No, no es un error de tipeo ni de interpretación. Ramón Saadi y Luis Barrionuevo son opositores al gobierno de Néstor Kirchner. Luis Barrionuevo, además, encabeza una central obrera disidente de la CGT, la central (por ahora) oficialista, liderada por Hugo Moyano. A pesar de ello, Néstor Kirchner se alió con ellos en esta elección, posiblemente ni siquiera con la esperanza de ganarla, sino con la esperanza de disminuir la diferencia en votos respecto del probable, ahora seguro, ganador.

¿Quién es el ganador? El mismo candidato a quien Néstor Kirchner había apoyado en la elección anterior, para gobernador. En esa ocasión, desoyó las propuestas de un sector de la militancia del Frente para la Victoria de Catamarca, no quiso presentar lista aparte y se alió con Brizuela del Moral.

¿Otro error? No, esto tampoco es un error. El aliado de ayer es el adversario de hoy. Los adversarios de ayer son los aliados de hoy. Pero el ganador es el mismo.

¿Será que Brizuela del Moral es un hombre carismático? ¿Invencible? ¿Uno de esos caudillos locales amados y odiados por sus pueblos pero que, a la hora de votar, es invencible?

Habría que conocer más al personaje y habría que conocer más la provincia de Catamarca para responder esas preguntas. Pero uno, cuando por humildad decide no responderlas, al menos tiene un recurso: la historia.

Antes de Brizuela del Moral hubo otros caudillos en Catamarca. Los argentinos los conocemos: los Saadi. Hoy permanecen en la política local y tienen su peso, pero están muy lejos de ser lo que fueron. Han sido sustituidos por otro caudillo. Lo que no se ha sustituido es el caudillismo. Esa manera de hacer política ligada a la persona. Ese feudalismo local que tanto conocen los Kirchner, con el que tan cómodos se sienten, porque ellos también llegaron a ser lo que son con esos métodos, con esas formas de dominación y de poder personalista. Con esa suma del poder público en manos de unos pocos.

No había opciones en Catamarca en esta elección. Como no las hubo en la elección anterior. No había ninguna lista, ninguna propuesta, entre las que tenían posibilidades de ganar, que encarnara un cambio en la política local.

Si la alternativa a Brizuela del Moral era una alianza en la que estaban Saadi y Barrionuevo, ¿porqué iban los catamarqueños a votar distinto? ¿porqué iban a sacarle el poder al caudillo actual si los que estaban enfrente no eran distintos?

La opción por el cambio ya había perdido hacía mucho tiempo. La opción por el cambio pierde cuando los que pretenden representar el cambio no hacen otra cosa que repetir los modos, las alianzas y las formas de decidir de aquellos a los que se quiere cambiar.

Pero tal vez el pecado de los Kirchner ni siquiera sea ese. Ellos en el fondo ni se cuestionan sus métodos de construcción política. El pecado de los Kirchner es que no entienden la política como una actividad social cuyo fin es hacer más libres a las personas, individual pero sobre todo colectivamente.

Para los Kirchner, y lamentablemente para muchos otros, oficialistas y opositores, la política es sólo la lucha por el poder. Por alcanzarlo, por conservarlo, por ampliarlo. No importa lo que haya que hacer para ello. Si hay que aliarse con Saadi en Catamarca, está bien.

Lo mismo pasa o pasará en Santa Fe y en Córdoba. Si hay que apoyar a Reutemann o a Schiaretti, en lugar de a los sectores que más decididamente acompañaron al Kirchnerismo, está bien. Porque la política para ellos no es una cuestión de convicciones, de principios, de proyecto. Es simplemente una cuestión de poder. Y para conservar poder hay que tener buen desempeño electoral. Y en el altar del desempeño electoral se pueden sacrificar a los compañeros que nos han acompañado más decididamente. Porque política es resultados.

Es una pena para todos aquellos que confiaron en los Kirchner. Y es algo natural para todos aquellos que no confiaron pero que se alinearon con ellos porque "no había otro lugar en donde estar". También ellos renunciaron a los principios, si es que alguna vez los tuvieron.

En el fondo, el problema no es ni siquiera que pueden perder una elección como la de Catamarca. El problema es que la hubieran perdido aún ganando. Y el mejor ejemplo es Catamarca: los Kirchner ya habían apoyado a Brizuela del Moral en Catamarca. Esa victoria fue pírrica, lo que se demuestra ahora, con Brizuela en la vereda de enfrente y ellos sin haber podido construir nada en ese distrito.

Esto está destinado a que pase en Córdoba y en Santa Fe, y en tantos y tantos distritos del Gran Buenos Aires, donde los intendentes "kirchneristas" de hoy no encarnan ningún cambio en la política respecto de lo que fue el menemismo primero y el duhaldismo después, en donde estuvieron ellos. Los intendentes del conurbano y también los Kirchner.

No es criticable "haber sido". El problema es que cuando "ya dejaron de ser", eso no es porque cambiaron, sino todo lo contrario, porque quieren seguir siendo lo que eran, no importa quién conduce ni detrás de qué proyecto.

Así se va a ir desgajando el kirchnerismo. Puede ser de a poco o de golpe, no se sabe. Y posiblemente no quede en la historia argentina un hito de construcción política de esta época, algo que haya dado nacimiento a una nueva corriente en la argentina. Pasarán sin pena ni gloria. Como el Frente Grande, como la UCRI, el PI, y tantos otros intentos fallidos de renovar la política argentina.

Raúl Alfonsín pasará seguramente a la historia por el juicio a las juntas, pero no por el "Tercer Movimiento Histórico". Los Kirchner ya se han ganado un lugar en la historia argentina, por la derogación de las leyes de impunidad. Pero no será por la renovación política.

Es que cuando no hay ni un proyecto ni una vocación de cambio, el pasado indefectiblemente vuelve a imponerse.

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